Leyendo y repensando la
gran obra de Cervantes, “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, uno no deja de asombrarse de que la
naturaleza humana es la misma, en todas las épocas. El mundo es un cambalache
disepoliano.
En la peripecia de vida
del glorioso caballero y su escudero se pinta de cuerpo entero a la naturaleza
humana de todos los tiempos y clases sociales.
Hoy, como antaño,
seguirnos considerando “locos” a los que persiguen un ideal de vida o una
sociedad diferente. Al punto de que el planteo de una sociedad perfecta fue
catalogado como “Utopía”, que quiere decir, más o menos, “en ningún lugar”, a
la ciudad descripta por Tomás Moro, cura que se inspiró en las versiones
idealizadas de la vida comunitaria de algunos pueblos americanos llevado por
las versiones de los viajeros europeos. De este espejismo surgen todos los
sueños de sociedades “perfectas” que desde el mundo europeo se imaginaron como
alternativa a su contrahecha naturaleza, eso que ellos llaman civilización.
Toda empresa destinada a cambiar el modelo civiliza torio europeo es considerada
como “una quijotada”, y todos volvemos
la vista y la memoria a la peripecia del gran manchego. Con gran alivio de los
“civilizados” lectores, la mayoría de las “quijotadas” no salen del papel, pero
cuando lo hacen, “los cuerdos” no tienen otra alternativa que reprimir a los
“locos” o en algunos casos, con gran buen humor, deciden “seguirles la
corriente”, como hicieran algunos nobles con Don Quijote, y disfrutar de sus ingeniosas
proposiciones que no dejaban de asombrarlos, puesto que son realmente muy
sensatas razones, contra de las cuales estamos todos más que prevenidos, por no
decir “vacunados”. El hidalgo defendía sus locuras… algo que le pasa a todos
los luchadores que intentan dar batalla por sus sueños de justicia y equidad.
Se me hace que, tal como
le sucedió al manchego, muchos han sido víctimas de sus lecturas de juventud y
a ponerlas en práctica se han lanzado por los caminos expuestos en las más de
las veces a la burla o a la traición de sus contemporáneos. El suelo americano
ha sido abundantemente abonado por
héroes y mártires, cabeza visible de fabulosos genocidios, desde Tupac
Amarú, Solano López, Zapata o el Ché, cruzando todos los siglos. Pero pocos han
tenido una vida tan paralela a la de nuestro mítico castellano como José Mujica, el entrañable Pepe.
Salió al campo de la vida
joven y lleno de fantásticas lecturas y sus primeras salidas, como las del
manchego, fueron de golpizas, burlas y desastres. Los sensatos lo metieron en
la cárcel y los curas y barberos le quemaron los libros, recluyéndolo en
cautiverio creyeron volverlo a la cordura, escapo de esas garras reiteradas
veces, y saliendo al campo otras tantas.
Pero en su última salida fue
víctima del buen humor de unos nobles que decidieron acompañar su “locura” y la
de su escudero, haciéndolo vivir lo que para ellos era, y creen siempre ser, “sueños de gloria y fama”. En nuestro caso
pudieron pensar que lo que no logra el dinero lo lograría la lisonja. A su
escudero, el buen Sancho, como los buenos Sanchos, que desde las catacumbas del
MPP siguen discutiendo escolástica mente sobre “gobierno y poder”, les hicieron
disfrutar, por los días que duró el engaño, el gobierno de “la ínsula de
Barataria”. Que nunca tan bien puesto tuvo el nombre, que según el autor era de barata. Nada más parecido al
Uruguay, una verdadera ficción de país, una ínsula terrestre, un sinsentido
americano.
De la regalada vida de
palacio en que los nobles encerraron a Don Quijote, mientras su alucinado
escudero ejercía el gobierno de la “ínsula de Barataria”, cenas, discursos y
alabanzas a su buen juicio, entretuvieron las horas del manchego señor.
Lo asombroso es como
pueden “los nobles”, convertir a su enemigo
en cruel divertimento de la corte. Porque en gran medida esto es lo que
nos hicieron con el Pepe. Asombrados por el “personaje”, lo convirtieron en
divertimento, de conferencias, reportajes, películas, y aplaudidos “honoris
causas”, mientras tanto sus pretendidos amigos, “el cura y el barbero”,
tramaban la vuelta al pago y a la realidad del soñador.
Como expresión del
“sentido común”, de “la cordura”, el
bachiller Sansón Carrasco, el cura y el barbero, reputados buenos amigos de Don
Quijote, trataron en todo tiempo rescatar a nuestro personaje, al que
consideraban víctima de sus lecturas, las novelas de caballería. Con el
mismo “sentido común y pragmatismo”, Tabaré y Danilo metieron en caja al
Pepe, lo mandaron para la casa, tras un divertimento de cinco años en los que,
mientras que los “señores de poder” disfrutaban de los “juicios discretos” del
caballero andante y de los decires pintorescos de sus escuderos, sus amigos no
cejaban en sus empeños por volver las cosas a su lugar.
Los pragmáticos al poder, del cual nunca realmente cedieron
un ápice, allí estuvieron siempre, agazapados en la burocracia y la política
banco centralista, neutralizando todas las iniciativas de Pepe, fueran en
educación, ferrocarriles, integración americana, etc. Para volver por sus
reales a la discreta administración del negocio del puerto, que es de lo que se
trata cuando se deja de soñar en “desarrollo agro inteligente”, a conformase con
“desarrollo abierto al exterior”. Secular contradicción que afecta nuestro
destino desde el ocaso artiguista, un país de pocos para pocos. La “ínsula de
Barataria”, creada en suelo americano hace dos siglos, la” cuña del mismo palo”,
clavada para separar viejos vecinos por los agentes de “inglalaperra”. El
pequeño sueño del “paisito” insular y próspero baldoneando el mundo desde la
cubierta de la flota imperial…
A esto se reducen los
designios de la era “poschaves”, que con
mano de seda vienen tejiendo las parcas del norte para este “pasito”.
La broma de los nobles con
el caballero fue cosa de semanas, para el caso del Pepe fueron cinco años, pero
el juego terminó y ha de volver a su casa.
Bien hace el Pepe en ir a
cumplir sus merecidos y sacrificados 80 años, echando una mirada por la Euskera
y la Umbría de sus mayores, una vuelta a sus orígenes, un retorno a la tierra
de sus penates, él que se define como panteísta.
El retorno a su tierra
debilitado por los años y las fatigas, le hacen volver en sí y se “despabila”
de sus sueños, reniega de sus “libros de caballería que le comieron el seso y
el buen juicio”. Ya lo dijo varias veces, “antes pensaba en cambiar el mundo”,
hoy piensa en el cambio cultural, el cambio introspectivo…
Ya hizo su testamento, una
escuela agraria será su solar. No es ese su legado, que tampoco es suyo, lo
atravesó, es el mandato de patria y dignidad americana que nos viene de una
historia en que se cruzan el hidalgo manchego y Tupac- Amaru.
Pero bien le iría en la
cabecera de su tumba lo que el bachiller Sansón Carrasco escribió para el que
fuera “estampa y figura de la andante caballería”:
“Yace aquí el Hidalgo
fuerte
Que a tanto extremo llegó
De valiente, que se
advierte
Que la muerte no triunfó
De su vida con la muerte.
“Tuvo a todo el mundo en
poco,
Fue el espantajo y el coco
Del mundo, en tal
coyuntura,
Que acreditó su ventura,
Morir cuerdo
Y vivir loco.”
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