Juan Sartori, uno de los tantos emigrados uruguayos se fue de
doce años. Se educó en Europa y tuvo la fortuna de acceder a estudiar en
Harvard. Como tanto la natura como el medio hace al hombre, su medio le inclino
a jugar a la bolsa y no al póker. Sus primeras
y afortunadas acciones le prodigaron socios que quisieran compartir su suerte. Y de ahí su fama presidió a su fortuna en los
negocios, se convierte así para algunos en el Rey Midas por convertir en oro
todo lo que toca. Pero en este mundo tan superpoblado agentes de ricos y hasta
parientes de multimillonarios, como su caso, suegro de un ruso colocado entre
los 200 hombres más ricos del mundo, “la fama es puro cuento” si no se ingresa
a la acción pública. Y para ello hay dos formas, tal vez le aconsejó el suegro
desde hace unos años propietario del cuadro de futbol de Mónaco, Francia. Luego
de comprar un cuadro, hacerlo crecer, no solo viene más dinero sino fama. Y de
ahí al estrellato político es cuestión de voluntad.
Por eso Sartori, que como uruguayo es apasionado futbolero,
adquiere el Sunderland un cuadro ingles de fama pero que había caído a la
tercera división y estaban sus acciones deprimidas. Claro que ese cuadro le
permite incursionar en otra gran veta universal de dinero relativamente fácil.
Como todo uruguayo emigrado, con algunas raíces familiares
vivas aún en el país, Sartori ha
padecido la enfermedad de la nostalgia. De ahí que no tardara en encontrar
lugar donde trasladar su juego predilecto: comprar empresas pequeñas, exitosas,
hacerlas crecer mediante la inyección de dinero, sea por medio de la bolsa o de sus seguidores
predilectos, los fondos de inversión de
pasivos norteños. Puso los ojos en las actividades de un pequeño pero muy
vinculado empresario, ingeniero, militar, Oscar Costa y , junto con los fondos
de inversión y las buenas relaciones, se abrieron las cuentas bancarias con las
cuales se arma el patrimonio de UAG, que
, como toda ingeniería societaria, termina siendo propiedad de otra homónima
sociedad en un paraíso fiscal. De esta forma la sociedad puede tener deudas con
los bancos incobrables…. Bien, como en este país son todos pichones de
capitalistas, “medio que no llega a real”, pasan con singular éxito tipos como
Campiani, que quiso hacer volar a Pluna, o Sartori concitando singular
entusiasmo.
La singularidad de Sartori es que es uruguayo y sus amigos
locales aspiran que compre y se ponga al frente de un partido político, que
como el Sunderland inglés, pueda pasar de tercera a primera división.
Pero no es tan fácil como comprar un cuadro de futbol, más si
no hizo la pasantía, comprando un cuadro de futbol local, o haciendo toda la
carrera desde edil a senador…no es posible, por lo menos nadie lo había
intentado hasta hoy, comprar la candidatura presidencial del partido, sin haber
comprado por lo menos el primer puesto en una lista ganadora al senado. Pero,
aquí esto es imposible en el P: N, porque hay, además, que desplazar dinastías
de jugadores políticos que han hecho del partido, una barra cerrada, hasta un
negocio de familia.
Como si hubiera pateado un hormiguero Sartori ha despertado
masivas agresividades. Desde la negación de Larrañaga que lo considera “un paracaidista”,
aunque no lo confiese, un AUTOCONVOCADO, hasta la senadora Carol Aviaga que asegura que a Sartori lo mandó Mujica
para desbaratar al Partido Nacional.
¿Y, el delfín, el Cuquito? ¡Mutis por el poro!
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