Una comunidad se va construyendo
en torno a objetivos de supervivencia, se
consolidan mediante reglas disciplinarias, normas que organizan las tareas que distribuyen
entre los miembros, rituales que garantizan las fidelidades para con el grupo. Y secretos comunes que mantienen la
fidelidad entre los miembros asegurando el éxito. Esto se ve desde la familia, la pequeña
empresa, la gran corporación, los estados. Y todo tiene su origen en la
naturaleza religiosa del hombre. Religión,
palabra que reúne todos estos conceptos al re-ligar a los seres humanos en una
conciencia y una voluntad única. Así se conforman las logias y las mafias.
Para el estado las “organizaciones
para delinquir”, son las destinadas a organizar tareas económicas o políticas que
alteran el orden y las normas que se dan los hombres mediante esa organización
llamada estado que, como todas las organizaciones humanas, tiene objetivos,
normas, rituales y secretos para religar a sus miembros.
Las mafias son organizaciones
originadas en las adhesiones familiares
que se van ampliando en la medida de su extensión, que se desarrollan en
el seno de otra organización mas amplia que es el estado y en abierta
contradicción con los intereses y objetivos de un estado.
La diferencia entre las mafias y
el estado es que las mafias son
organizaciones que buscan objetivos limitados al enriquecimiento de algunos de
los clanes organizadores. El estado une a los seres para el usufructo de un
territorio y se construye como la organización que los abarca a todos, los normaliza y garantiza la distribución de
tareas y de recursos en el mismo. Por lo tanto las mafias entran en colisión con el estado por no cumplir con las
normas ni los fines sociales que lo organizan.
Mafias y estados se imbrican en determinados puntos de conflicto, se
penetran. Las mafias captan a miembros del estado para funcionar impunemente en
el territorio controlado por él, los estados tratan de infiltrar y desbaratar
las mafias mediante sus organizaciones policiales. En esos puntos de conflicto
se infiltran mutuamente, como lo hacen los estados entre sí mediante sus
servicios de inteligencia.
Y esto es lo que sucede en
nuestro pequeño estado armado por una oligarquía mercantil portuaria, que poco
se diferencia en los clanes mafiosos que desbordan los límites territoriales
dominados por ese estado oligárquico. Y esto es lo que explica la omerta, el
secretismo con que se manejan los conflictos entre un estado aparente, la
oligarquía mercantil y las mafias narcotraficantes o de trata de personas.
Una historia mínima.
Un capo mafioso que vive en el mismo barrio
privado que el presidente de la república, huye del barrio perseguido por una
policía obligada a hacerlo por sus ataduras con otras policías extranjeras, la
DEA norteamericana, que le impele con detalles del evento de desembarco de un
matute y de la identificación de su cabecilla. El aeroplano que desembarca en
una estancia es dejado escapar a territorio argentino donde es capturado. El
cabecilla, distinguido caballero del barrio exclusivo de La Tahona, es
custodiado manteniendo su identidad en secreto por todo el país, los medios
silenciados por el dinero que, contra
toda jurisprudencia, entrega a los medios, tv de aire( 2.5millones de dólares) ,por
acallar sus pretensiones oligopólicas no dan ni el nombre del “pequeño Versalles “de Luis I y menos del nombre de su vecino.
Tampoco lo dan de los dueños de la estancia aeropuerto y el reo se declara único
responsable del asunto y como “comandante en jefe” se niega a declarar sobre
sus subordinados.
Pero esa omertá generalizada se
extiende a los vecinos del “pequeño Versalles”, a sus sirvientes, a los agentes del poder judicial los periodistas y
hasta las redes.
¡La fidelidad social se ha roto,
sálvese quien pueda, el Uruguay como sociedad está perdido!
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