Luego de las elecciones de noviembre por las cuales los orientales decidieron volver al pasado, dando crédito a viejos y probados crápulas, en el sentido latino del término, “borrachos sin escrúpulos”, capaces de lanzarse sobre los bienes públicos para engrosar los privados, esto por lo de chorros, pero como borrachos dispuestos hasta derogar las leyes de seguridad en el tránsito, cero alcohol. Los que recibieron de sus “sponsors” y previsibles socios en futuros contubernios, sus correspondientes “listas de almacén”, que luego plasmaron en su poco meditada “LUC” el dos de marzo, tras una ramplona victoria electoral. Y luego, a los pocos días, van y se sacan grande. La “la peste que los amasó” coronó sus sueños, el “nuevo orden mundial”, la dictadura sanitaria, les abrió el camino a la discrecionalidad del poder, la sorpresa y el temor hicieron olvidar a la “LUC”, el desempleo compulsivo y las restricciones santitarias policiaron a la sociedad sumida en el desconcierto de si aplaudir la protección sanitaria o sufrirla como una cruel revancha de los nuevos dueños de la situación, que se presentaban como sonrientes verdugos de todos los derechos y conquistas del pasado.
En medio de
este estado de cosas, se nos muere el cacique, Tabaré se despide dignamente,
mientras sus enemigos se aprestan, con soberbio desprecio, a desmantelar su
obra. La venganza de Philips Morris fue terrible, pero él ya estaba minado por
la pérdida de su alma mater, su compañera y sostén de vida, su María
Auxiliadora. En su “Legado” televisivo se mostró sereno y valiente ante la muerte inevitable.
Luego vino
el verano, el sol y el mar que lo alivian y disuelven todo,dolores y mal
humores, ya vendrán los “idus de marzo”, a emplazar al nuevo año y sus
desafíos.
Mientras
tanto los orientales lloran al gran Tabaré:
“¡Cayó la
flor al río!
Los
temblorosos círculos concéntricos
balancearon
los verdes camalotes,
y, entre los
brazos del juncal, murieron.”
Las grietas
del sepulcro
engendraron
un lirio amarillento.
Tuvo el
perfume de la flor caída,
su misma
extrema palidez… ¡Han muerto!
“Así el
himno cantaban
los
desmayados ecos;
así lloraba
el uruti en las ceibas,
y se quejaba
en el sauzal el viento.” (poema Tabaé de Zorrilla de San Martín)
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