“Los
orientales son todos unitarios”, le escribió Juan Manuel de Rosas a su
canciller Arana, al ver la pasividad del gobierno de Manuel Oribe respecto a las maquinaciones subversivas del Gral
Lavalle y Frutos Rivera y la emigración porteña de Montevideo contra de su
gobierno y el de la Confederación. El gobernador federal preveía la ruina de
Oribe, como sucedió meses después, tras la alianza de unitarios y riveristas
con el almirantazgo francés y el desembarco de Rivera a bordo de la flota de
guerra del almirante Leblanc.
Historias
de traiciones reiteradas desde el primer sitio a Montevideo por la fuerzas
artiguistas, consumado tras la voltereta de Rivera al servicio del invasor
portugués en 1818, el bando pidiendo la muerte de Artigas firmado por Rivera,
ya bajo ordenes extranjeras, de 1820. Luego su traición a la cruzada
libertadora de 1825,esfuerzo federal mancomunado de las provincias por rescatar
a la Banda Oriental de la ocupación. Captura de Rivera por los cruzados,
rendición y cambio de bando de Rivera. Nueva traición de Rivera al aceptar las
condiciones de separación de la Banda en la Convención Preliminar de paz de
1828, a cambio de ser designado primer presidente de la nueva república creada
baja los auspicios de Inglaterra.
Sublevación
de Rivera, en 1836, contra el segundo
gobierno republicano encabezado por Manuel Oribe, conjura unitaria financiada
por Francia para convertir a Montevideo en base de operaciones imperialista
contra la Confederación Argentina.
Nueva
traición de Rivera a sus socios
franceses luego de aceptar los “subsidios” de éstos, se retira a Durazno, donde
le van a reclamar por sus compromisos los agentes franceses. Rivera intenta una
reconciliación con la Confederación, escribe a Rosas que si le deja en la
presidencia del Estado Oriental, se unirá contra los interventores. Rozas
rechaza la oferta y solo reconoce como gobierno constitucional al de Manuel
Oribe destituido por la intervención.
Pasa la
Guerra Grande, Juan Manuel de Rosas renuncia ante la traición de Urquiza y su
alianza con Brasil en contra de la Confederación, tras la derrota de Caseros.
Los orientales se habían rendido antes, pactando con el enviado de Urquiza, el
Gral. Garzón, el abandono de la alianza con la Confederación el 8 de octubre de
1851, la batalla de Caseros es el 2 de febrero del año siguiente, 1852. Un
acuerdo entre unitarios sella la paz en el Estado Oriental, es la paz de
octubre, “sin vencidos ni vencedores”, pactada entre Venancio Flores y Manuel
Oribe que dará origen a una serie de gobiernos inestables, sin apoyo popular,
puesto que la campaña era federal desde los tiempos de Artigas y Rosas era el
restaurador de ese espíritu federal americano.
Así pues,
desde el comienzo de nuestra historia política, las traiciones, las volteretas,
los acuerdos entre unitarios se han impuesto a las voluntades populares. Como
dicen ,siempre “se perdió en la liga lo ganado en la cancha”.
“Los
orientales son todos unitarios”, se reitera siglo a siglo, en cada coyuntura de
la historia rioplatense o americana. Los “orientales” siguen fieles a la
Convención unitaria que les dio origen. No es fácil dilucidar que quieren decir
con “oriental” las élites dirigentes, mas parece indicar un sentido de
identidad masónica, al “oriente eterno”, punto de referencia de las logias
masónicas, son los signos de reconocimiento entre iniciados que se reconocen
juramentados en un rito común, en una obediencia o disciplina corporativa que
no tiene nada que ver con las fidelidades del populacho. Las logias masónicas
son el instrumento que disciplina intereses económicos a designios políticos,
lo único es que en estos países, por definición y por sus constituciones, son
de obediencia británica. No es de extrañar que sus léxicos y esquemas organizativos
se hayan reproducido en los estados bajo su mando. Así pues, para los unitarios
el estado se organiza de la misma forma que la logia, mediante una constitución
que define todo el orden a instaurar. El estado es la reproducción de la logia
y los partidos son simples alas de la logia. Eso no impide que los “hermanos”
sean sacrificados por otros “hermanos” por mandatos del superior interés. A
último momento un “hermano” puede dejar libre de justicia a otro, pero ese
favor queda anotado para otra circunstancia. De este modo los logistas se
garantizan que sus cuellos sean los últimos en ser cortados, que siempre habrá
otra oportunidad. Los únicos que no se salvan nunca son los “bárbaros”, los que
no están en la logia, con ellos no hay otra opción que el exterminio. Y esa es
nuestra historia, de cruces permanentes por parte de los dirigentes de la
“grieta”, trincheras que han cavado en nuestras sociedades los intereses
particulares.
Nuestra
historia está llena de cruces de grieta,
hasta de cambios de trinchera, desde aquella paz de octubre que pusiera
fin a la Guerra Grande en este territorio,
hasta la Paz de Aceguá, acuerdo
doctoral que da fin al levantamiento de Saravia en 1904. Al Pacto del Club Naval de 1983 entre unitarios
civiles y militares. Todo acuerdo entre unitarios es una derrota para los
intereses generales de los pobladores del territorio que en un momento se
sintieron pueblo dueño de su destino. Los miembros de ese pueblo que en alguna
circunstancia se sintieron conductores de un proceso político, salen
debilitados, como si un vampiro nocturno les hubiera desangrado en la víspera. Esa
anemia política les parece a los pueblos un mal pasajero, que tendrá remedio y
vuelven a depositar su confianza en sus dirigentes salidos de una claudicación.
(CONTINUARÁ)
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