En el
Imperio romano se sucedían los emperadores, no había medios pero si templos y
estatuas que para impresionar al pueblo el cual, infaliblemente iba tras el
nuevo emperador, “a rey muerto rey puesto”, no importa de que, ni a cuenta de
quien, murió el emperador. A dos milenios de aquellos emperadores de un imperio
que supo durar mil años, de ellos quedaron sus bellas estatuas y muestras de su
impresionante obra pública. Pero los imperios se construyen con sangre, apropiándose
de lo ajeno, son rapaces, vividores, por eso eligen para sus escudos, águilas y
leones. Los emperadores son carniceros de hombres, propios y extranjeros.
Así que nos
resulta penoso ver a los esclavos poner vanas esperanzas en los cambios de emperador.
Obama, Trump o Biden, no hacen al imperio que es resultado del operar de lo que
se llaman aquí, en pequeño, “las fuerzas vivas”, pero que para la plebe secular
son simplemente “los vivos de la fuerza”.
Los
anglosajones desde que colonizaron América no hicieron otra cosa que buscar
expandirse al sur. Ya a mediados del siglo XVIII protagonizaron una de las
mayores invasiones, mas de cien naves y 22.ooo soldados, sobre lo que es hoy
Colombia y Venezuela, operación conjunta de ingleses isleños colonos. Que si no
hubiera sido por la resistencia de los pueblos, sin posible auxilio de una
España destruida por las guerras de sucesión, los castellanos de Nueva Granada
al mando de un genial jefe, Blas de Lezo, derrotaron las invasiones al pie de
las murallas de Cartagena de Indias. Sin esa victoria hoy en vez de tener el
muro en el Rio Grande lo tendríamos en
el Orinoco. En esa expedición al mando del
Almirante Vernon, participaban colonos de Virginia al mando de un hermano de
George Washington. Y luego de
independientes de Inglaterra no cesaron de desparramarse hacia los cuatro puntos
cardinales. Un siglo después, 1858, se lanzaban sobre Mejico, cuarenta años mas
tarde sobre Cuba y las Filipinas, en el siglo XX protagonizaron mas de cuarenta
invasiones en centro América y el Caribe y de sus enclaves, embajadas, se han
impulsado todos los golpes de estado que han azotado a estas repúblicas
sureñas.
Mas allá
del circo electoral, los que han calificado para presidentes de la gran
plutocracia norteña han tenido tres idénticos orígenes: el militar, los servicios
de inteligencia o del senado. Como en la antigua Roma.
Los “latinos”,
gentilicio que inventaron los bárbaros para nosotros, apenas votamos nuestras
propias satrapías, cuando nos dejan. ¿Qué nos importa si es Calígula, Claudio o
Nerón?
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