“Si el enemigo se equivoca no lo corrijas”, decía Napoleón.
Tal como nos va podemos ver que el enemigo no se equivoca, va siguiendo su plan
de acción, aprovechando el atontamiento de su enemigo, con sus unanimidades de
diestra levantada y caras de naipe. Su plan de “tabla rasa” sobre las obras de sus predecesores semeja un plan
de guerra, de aquellos bombardeos aliados sobre Europa o Japón, que solo
respetaban las plantas industriales que ya tenían dueño asignado tras la
guerra. `Las bombas iban sobre los civiles, a destruir su moral y a persuadirles
de que “nada podía ser peor de ahí en adelante”, es decir, a limpiar ladrillos
y volver empezar. Bien , el país que nos van a dejar ha de ser una cáscara
vacía, un pueblo empobrecido y mendigo, condenado a soportar propinas como
ganancia, porque, como decía el gran Javier de Viana, “a los colorados hay que
agradecerles hasta por el daño que no te hacen”, y esta coalición es “rosa subido”,
la timonea el muy unitario de Sanquinetti, veterano en esta guerra contra el
pueblo oriental, el gran destructor del “estado escudo de los pobres”
inadmisibles en un territorio , en 1904, con 24 lanares y diez vacunos por
habitante… Pero, cuando las clases rentistas advirtieron que ya la proporción,
en 1950, había cambiado a seis lanares y cuatro vacunos por habitante en un
entorno de merma de merados y destrucción de precios, dio comienzo la guerra
económica, con algunos golpes sangrientos, para recuperar su rentabilidad de
casta perdida.
Cuando el país se había vuelto inviable, vaciado por
sucesivas y cíclicas estafas monetarias,1964,
1982,2002, sin contar las intermedias de menor cuantía, con una emigración
superior al 15% de su población, emigración selectiva , de los mas jóvenes y
capaces, remedando a una guerra, el país se envejeció y la pobreza comenzó a
tener cara de mujer.
¿Porqué hablar de enemigo y no de “adversario”, que son
sinónimos?, porque la guerra es despojo violento y adversario semeja a despojo
con buenos modales, aunque en el diccionario sean sinónimos, la segunda quiere
disimular la realidad. Es como decir “grande”
en vez de viejo, o “se fue” en vez de se murió. Y los eufemismos tienden
a desarmar las defensas de los ofendidos y a disimular a los ofensores. A todos
los efectos de los resultados, una guerra económica sobre un país, mediante
planes económicos específicos, recetas recesivas, trae la mismas consecuencias
que una guerra de verdad. Las gentes desaparecen, emigran, los bienes se deprecian,
las ciudades se demuelen por falta de inversión o por abandono, las gentes se
esclavizan o prostituyen por unas monedas. Los únicos beneficiados son los
agresores, los invasores, porque se hacen invisibles sus bombardeos
legislativos y sus actos criminosos, más cuando de tanto en vez, se disfrazan
para el carnaval cívico electoral y se pide a las víctimas la complicidad con
el saqueo, o se le pide a los vencidos paciencia y colaboración en nombre de la paz institucional…
Y en eso estamos. No se sienten el silbar de las bombas ni su estruendo. No se
ven las ruinas de nuestras empresas públicas, hospitales o sistemas de
enseñanza. No,¡ la carcoma va por dentro!, porque “el pescado se pudre por la
cabeza”, y eso es lo que nos está sucediendo. Ya los jóvenes orientales , los
mejores preparados, están pensando en huir, escapar mediante una beca, porque
saben que aquí, aunque aprendan a remar, al volver los “capitanes “ habrán
tirado los remos al mar…
En la primera mitad del siglo XX apenas duplicamos la
población, abundante inmigración mediante, en la segunda mitad nos vaciamos,
apenas crecimos un cincuenta por ciento, pero con una emigración y una guerra a
la natalidad, que nos envejeció y hoy
estamos estudiando proyectos de eutanasia para aliviar nuestro sistema de
previsión y de salud…Como en las viejas guerras, rematar a los caídos en desgracia.
Y los que piensen que las guerras están allá en la vieja
Europa, no se engañen, la silenciosa, aleve y traidora se libra entre nosotros
y el resultado es el de todas las guerras: la entrega del territorio o lo que es
mas sencillo, sus recursos materiales y humanos, al invasor. Y si de guerras
habremos de aprender algo, digamos que la conquista de América la libraron los
indios, los miles que creyeron resolver sus disputas por los recursos aliándose
al invasor. No fueron los 400 españoles de Cortés y luego de Pizarro, los que
conquistaron fueron los 20.000 indios que se les unieron en la faena de cada
uno. Y, ¿fueron mas libres y prósperos los indios tras esas guerras? Y la
historia se repite entre los criollos tres siglos después, que le abrieron las
puertas al mercader extranjero y se volvieron sus comisionistas.
Así pues, en estas guerras silenciosas, disimuladas de
económicas, solo se sale reconociendo el problema, intentando descubrir el artificio
de los malinches y sus sombras chinescas.
En este mundo de eufemismos se habla de “grieta”, algo que
fantasmalmente nos separa. Claro, una grieta puede ser una “trinchera”, si se
llena de pueblo, de gente que sabe a quien combatir. Grieta o trinchera, enemigos
o adversarios. Esa es la cuestión.
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