Lo que pasó a distinguirnos como especie fue el lenguaje,
nuestra capacidad de darle nombres al entorno para socializarlo, de ahí nuestra
necesidad de darle nombre a las cosas y fenómenos del entorno nos apropiamos de ellas.
Las palabras transmiten sentidos y aunque pueden haber
multitud de palabras para nombrar cosas parecidas, la estratificación de
sentidos de cada una adquiere significado diverso según el momento histórico en
que se emplea y las reacciones que se buscan socialmente. Esa es
la función de creativos y publicistas.
De la misma manera que no se deja de ser un hombre viejo
porque lo nombren “ hombre grande”, este
es un eufemismo destinado a disimular la decadencia y la finitud de la vida humana. En el arte de la simulación y disimulación de
hechos y realidades, lograr la convivencia social han proliferado los
eufemismos: si cretino, “persona con capacidades diferentes”, si ciego, “no
vidente”, si invertido, ”gay” aquí hubieron de acudir al disimulo anglosajón.
Así pues, aparecen los rodeos, los eufemismos, los múltiples
sentidos de un término de acuerdo a la
circunstancia social y los efectos esperados. Esto no esta lejos de las artes
de seducción y de engaño empleadas para vencer o conducir a otros a nuestros
propios fines o designios. Convencer es vencer pero desde el interior de sujeto
y lograr que nos acepte y nos siga. Hay eufemismos mas complejos, elaborados
para la desorientación del enemigo o para la captación de amigos, se llaman
“ideologías”, complejos artefactos destinados a modificar las percepciones y
las conductas humanas.
De manera que una palabra puede despertar reacciones sociales
diversas aunque parezcan sinónimos etimológicos, por ejemplo, enemigo y
adversario. El enemigo es lo inverso al amigo, es algo que puede poner fin a
nuestra vida y libertad, al que es necesario destruir. El adversario trabaja por nuestra adversidad, desgracia y destrucción. ¿La diferencia? En las disputas civiles, los bandos son enemigos políticos. Los mismos,
hecha la paz, sentados en un parlamento son adversarios políticos. Pero en las repúblicas
adversario y enemigo son caras de la
misma moneda que gira en el aire. No
existen las “paces sin vencidos ni vencedores”, siempre hay ambas cosas. Y en nuestra historia, desde
Masoller ,en 1904, al pacto del Club Naval de
1983, los bandos rotaron de enemigos a adversarios por imperio de
fuerzas ajenas a los protagonistas, sin alterar los orígenes del conflicto. La
paz no deja de ser una tregua en la medida de que ninguna de las facciones
logró totalmente sus objetivos, que en
todos los casos y circunstancias son territoriales, la disputa por los recursos
disponibles en un territorio. Que
adquiere carácter violento cuando una de las facciones ahoga la existencia de
la otra. Por ejemplo la expulsión de los indios y gauchos libres del territorio
por impulso de los ganaderos exportadores del puerto. Hoy los indios y gauchos libres son todos
los que no participan de la renta de la tierra y del comercio exterior. El
achique es unidireccional.
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