Según el “mataburros o desasnador” diccionario, el término
del acápite significa renuncia, pérdida o conformidad ante la pérdida de un
beneficio, bien material o inmaterial.
Nuestra época es un tiempo de resignación al mas estricto
sentido que le atribuían los cartujos medioevales cuando ingresaban una orden
penitencial, se sometían a sus reglas entregaban su vida, es decir, su tiempo y
su libertad. Aquellos cambiaban su libertad
por la seguridad del sustento protegido dentro de los gruesos muros de los
monasterios en tiempos en que el hambre y las guerras consumían a los
desposeídos o caídos en desgracia.
Los resignantes contemporáneos son reclutados por la
comodidad y las promesas de libertad individual, se entregan en cuerpo y alma,
optimistas, al gran claustro virtual, milagro tecnológico, que sin muros ni
cadenas les someten en cuerpo y alma. La
libertad, espejismo ideológico, queda reducida a la elección de las cadenas que
nos sujetan y controlan : equipos y programas informáticos, celulares, cámaras ,GPS y todas las redes que nos ciñen.
La sociedad humana ha sido remplazada por “el sistema”.
El trabajo ha perdido sus límites, no tiene horario porque
somos “libres y dueños de nosotros mismos”, nos ascendieron a empresarios y
patrones personales. El trabajador libre no tiene horario, ni vida privada, ni
tiempo propio. Por nuestra “seguridad” hemos de estar siempre con el celular
prendido, no apagar el PC, tener GPS,
por nuestra seguridad hemos de agradecer
la existencia de cámaras en calles, plazas, trenes, buses. Debemos estar cuidados, vigilados,
protegidos, como en un gran claustro porque el “afuera” está la miseria de la desocupación y la muerte violenta.
Así pues marchamos por las calles absortas con el reflejo de
las pantallas en nuestros rostros, los audífonos a todo volumen, atentos y
tensos a todas las demandas, laborales, familiares, o de entretenimiento.
Los resignados a perder sus tiempos vitales, no lo saben, pero las Parcas han perdido el hilo de sus existencias sin sentido.
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