Lo que se implanta a
sangre y fuego a partir de la década de los setenta no es “capitalismo
salvaje”, como se dijera entonces, es lo que se define como
“anarcocapitalismo”, que consiste en la concentración empresarial global,
grandes corporaciones que instalan oligopolios mundiales, producción y
logística robotizada, etc. El resto
queda reducido a la pequeña empresa familiar o el cuentapropismo. Para
los que no pueden acceder a estas opciones, sea por incapacidades adquiridas por
generaciones de marginación, el camino
está claro: la mendicidad en los semáforos, porque por las iglesias no pasa
nadie, o los mas osados, rebeldes o
díscolos, el chorreo al menudeo con su diversidad de opciones.
El anarcocapitalismo termina con la ciudadanía, el escape es
el empredurismo, ser empleado es ser poco menos que esclavo, porque de los
esclavos había que hacerse cargo, de los empleados no. Y este es el “cambio”
que consolidaron en las urnas los desprevenidos orientales.
El estado se reduce al papel de aplicar la ley del embudo,
penas grandes para delitos pequeños y pequeñas penas para grandes estafas,
saqueos y aún olvido para los grandes crímenes de estado. Así pues un rapiñero
reincidente va ocho años a la galera, en cambio un gran “exportador” de tres
toneladas de cocaína por el puerto de Montevideo, empresario él, se “queda en
casa” cumpliendo la domiciliaria.
El estado empresarial debe invertir en armas, cárceles y una
policía barata, de gatillo fácil, que abrevie los procedimientos en lo posible,
que no moleste a la gente decente y dura
con el pichaje, que tome los mejores ejemplos de la escuela sheriff del norte,
para mantener a raya a los indeseables que deambulan de noche por las ciudades.
Para estos nuevos paradigmas que se vienen imponiendo es
necesario que el estado invierta en obras civiles, cárceles, puesto que en
estos, casi dos años, la escuela de Larry y Cia, ha incrementado la ya densa
población carcelaria en dos mil “internos”, me gustan los eufemismos, porque fuera
hay muchos mas “externos” esperando ser internados y es posible que en este
período de gobierno se mantenga el ritmo de internaciones anuales. ¡Qué
maravilla de país!¡ Barrios privados y cárceles públicas!
Desde “el cabildo cerrado”, alguien debe de estar añorando
“la solución final” para este problema y no lo culpo, porque “la lógica del
proceso”, como decía el Gral. Rapela, lleva a estos extraños pensamientos…
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