Nuestro
tiempo se distingue por la infantilización de las masas mediante la saturación
de sus sentidos. Esto se logra mediante la captura de la atención dispersa permanente
mediante el deslumbramiento de los medios audiovisuales, cine, TV, redes, que mantienen
al individuo “entretenido”, palabra que remite a “tener entre”, es decir la
puja de diversos estímulos para mantener nuestra mente ocupada en las
solicitudes de nuestros sentidos, visión, sonidos. No podemos atender nada,
siempre hay algo nuevo que ver oír o poseer. Esto fue muy útil al desarrollo del
capitalismo cuando éste logró expandir su base de consumidores, de clases
medias. De esta forma los individuos dejaron de ser ciudadanos para convertirse
en consumidores. La antigua esclavitud basada en cepos, cadenas y látigos, se volvió
invisible, tomo la forma de tarjetas de crédito, hipotecas, multas y fianzas,
de tal forma que el homo consumidor fue presa de sus propios sentidos al querer
poseer todo lo que se le mostraba como imprescindible para la vida social, sea
por utilitarismo o por reconocimiento social. Este homo consumidor tiene como
templos los supermercados, como plaza
los shopping, se caracteriza por su permanente conexión inalámbrica, socializan
electrónicamente. Asjì se los ve pasar por la ciudad concentrados en sus
pantallas portátiles, dirigiéndose otras pantallas mayores, sus teletrabajos o
sus teletrámites, se han convertido en carne de computador, un apéndice
proteico prendido a un anzuelo con forma de pantalla que lo mantiene unido a
una red de poder invisible: el sistema.
Este nuevo
ciudadano del mundo vive en función de sus pantallas, su pensamiento está
concentrado en ellas, no tiene tiempo de reflexionar porque la sucesión de
estímulos es tan veloz que apenas puede registrarlos. De esta manera de tan
entretenido, disperso, se ha vuelto idiota, incapaz de pensar porque para
pensar hay que comprender y para esto hay que tomarse tiempo para reflexionar
sobre los datos de nuestros sentidos. Reducidos a idiotas no hay mas remedio
que creer como tales que “el mundo es lo que es, acéptalo y hace la tuya”, son
los tres únicos mandamientos.
El sistema
lo tiene todo resuelto y lo que “no está en el sistema”, no existe, no insistas.
Así pues deviene un nuevo disciplinamiento social basado en la omnipotencia del
sistema, no en la presunta autoridad de los humanos, aunque siempre será un
humano, siervo del sistema, que
obedeciendo las instrucciones de coloque
en tu sitio de carne de monitor. En consecuencia ha habido una infantilización
de la humanidad, se le ha despojado de su capacidad crítica, de cuestionar a
sus sentidos, de revisar sus percepciones.¡ Ahora hay hasta tierraplanistas!
Todo interrogatorio
a los designios del sistema, a inquirir sobre la existencia de pensamiento humano
por parte del sistema es reprimido como “teoría conspirativa”. Un nuevo concepto
de “herejía” se ha instalado para reprimir el pensamiento cuestionador. Todas
las “carnes de monitor” sacarán sus caras de las pantallas para reírse del
hereje, crucificarlo en el ridículo, para que los deje en paz frente a sus
monitores, con sus caras coloreadas por el azul parpadeante de sus pantallas.
Para exorcizar
la herejía existen las películas de ficción que aparecen, curiosamente
previsoramente antes de que una catástrofe se produzca, como es el caso de las
películas sobre virus y pandemias, donde millones mueren y , como en todas, el libreto promete que se salven
pocos, “el muchachito, su familia y algunos de sus compaisanos”. La humanidad es
así borrada de la atención y reducida a unos contados individuos.
Pero,
sacando la cara del monitor, hoy nos encontramos en medio de una situación paradógica:
un virus poco mortal paraliza la economía mundial, la solución esta en la
ciencia y en unos pocos meses aparece la vacuna salvadora. Los estados ricos ponen
sus tesoros a disposición de los científicos y sus laboratorios, como antes los
pusieron para salvar el sistema financiero. Pero, como en aquel, los que se
salvaron fueron pocos, los banqueros y sus clases gerenciales. Ahora la vacuna
salvadora también ha de ser para pocos. Primero
los mas ricos entre los ricos y los
que curan a éstos, su personal sanitario. Luego, tal vez, sus ya casi
antepasados, sus gerontes. Luego el resto de los consumidores identificados.
Fuera quedan los migrantes indocumentados. Lo mismo sucede con los “países
indocumentados”, los que no pusieron un céntimo en la fabricación de las
vacunas, éstos quedan a merced de la “caridad
internacional” si hay disponibilidad de vacunas en los laboratorios luego de
que éstos hagan sus ventas. Tal vez en endeudamiento externo de los países
pobres facilite el acceso a las vacunas, pero eso depende de las prioridades de
las oligarquías exportadoras del mundo periférico deprimido por la caída de sus
comoditis exportables… En fin, los disidentes , los herejes, creen que aquí hay
un designio, en algún lado del sistema
hay alguien que piensa, aunque nadie quiera creerlo, que hay algo que da
sentido a todo y que no es un dios.
La infantilización
del pensamiento hegemónico ha logrado que olvidemos que existen las élites
gobernantes, que los imperios se construyen con inteligencia, que los golpes de
estado se organizan mediante logias, que los estados tienen servicios de
inteligencia y que existe hoy el control de masas corporativo capaz de aplicar
su censura al propio presidente de los Estados Unidos, como quien dice al faraón
del imperio. Pero no. Todo esto es cosa del pasado, de los tiempos de las
guerras mundiales del siglo XX, hoy no existe nada de esto. Todo el que piense lo
contrario es un conspirador, se “hace tueco” de las teorías conspirativas, y
puede ser llevado al manicomio como el célebre Cristino de la fábula oriental. Hay
un subliminal cartel que dice a todos: ”PROHIBIDO PENSAR”
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