Si para los antiguos estadistas gobernar era “distribuir
justicia” entre los hombres, en los actuales tiempos gobernar es simplemente
“administrar, controlar,” a los hombres
por cuenta de otros. ¿Qué otros? Por
cuenta de las corporaciones o de sus simples gerentes operativos, sus directores
en jefe, o tal vez empleados calificados que han servido a las corporaciones
con dedicación y lealtad total, que
hacen pasantías como ministros de finanzas o hasta presidentes de
nuestras republiquetas oligárquicas.
Lamentablemente el papel del ciudadano se ha reducido al de
simple avalador al que periódicamente se
le presentan mediáticamente consignas para hacerles creer que eligen
gobernantes. Como “se ven caras y no corazones”, según decir popular, el pobre pueblo elige caras. Y esas caras son
las de simples aspirantes a empleados públicos calificados.
Y vino a suceder lo inevitable: que nuestros antiguos
ministros de “Hacienda”, cuando creíamos que la teníamos, cambiaron el nombre
por el de “Economía”, que para los ideólogos de la crisis, es “el arte de
administrar recursos limitados ante
infinitas necesidades”. De ahí que a partir de nuestra inclusión en el FMI
(1959), los ministros de economía se convirtieron en “gobernadores” ante el FMI, organismo encargado de
“monitorear” la C.C.P( crisis crónica progresiva).
Por ello desde esos tiempos la palabra “crisis” es también “oportunidad”
, haciéndonos creer que de la crónica agonía del todo social puede venir algo
mejor que la muerte. Las colectividades humanas difícilmente pueden ser
exterminadas, Latinoamérica es una
prueba de ello, pero pueden ser acotadas en su desarrollo e imposibilitado su
crecimiento. La consigna es “no te morirás pero te irás secando”. Y esto es de
lo que se trata cuando se habla de políticas económicas contractivas, de
ortodoxia monetarista. Es la nomenclatura tecnocrática de la miseria
programada.
Uno de los instrumentos preferidos de esta escuela de la
contracción permanente, es el manejo de las tasas de interés y de los valores
monetarios.
Nos hablan de inflación, y estamos acostumbrados a ese
término, puesto que cada vez que se trata de redistribuir la renta nacional se
devalúa la moneda frente a la moneda imperial, el dólar, que es la moneda de
uso de los sectores vinculados al comercio exterior, exportación e importación.
Así los valores relativos de la moneda local actúan como una membrana semipermeable
que separa aguas de distinta
concentración salina, la riqueza como el líquido presiona por salirse.
Así pues, mediante la manipulación monetaria se controlan los
flujos de riqueza hacia el exterior y la rentabilidad de los dedicados a la
extracción de riqueza.
La segunda herramienta empleada son las tasas de interés
relativas. Hoy en el exterior la tasa es casi cero en moneda dólar. Pero en lo
interior la tasa dólar es del 13%.
Pero en la moneda local la tasa es de 99%. Si le agregamos el
IVA(22%) a esas tasas, la misma pasan a 15,86% y 122,78% respectivamente, que
es la tasa aplicada en las transacciones crediticias de las familias uruguayas
con la anuencia del BCU y del M: de
Economía. Y, dado el endeudamiento
masivo de los hogares puede decirse que la mayoría de las transacciones pagan
ese tributo inflacionario no contabilizado por una administración fraudulenta
de los intereses del pueblo.
Pero, hay otra inflación disimulada, es el costo financiero
que llevan implícitas todas estas transacciones y que constituyen la principal
carga del ciudadano: las comisiones bancarias . Estas están presentes en las
dos puntas de la cadena económica y en todas sus etapas intermedias. Son por
ejemplo las comisiones que cobran las financieras a los comerciantes por la
administración de la cobranza o el uso de la tarjeta de crédito, que va de un
2% para algunos actores privilegiados, cadenas de supermercados
internacionales, por ejemplo, a un 4,5% al comercio minorísta, por ejemplo
socios de CAMBADU, o el 15% a los profesionales independientes, por ejemplo
odontólogos. Esto es necesariamente
incorporado a los costos, va al precio visible del bien o servicio, es por lo
tanto pagado por todo el público, use o
nó crédito, puesto que en la mayoría de los casos el precio final es
único, por lo que se fomenta el uso de las tarjetas de crédito por parte del
comprador.
Así , que cuando Astori, como todos sus predecesores en esta
augusta tarea de administrar la crisis permanente, nos dicen que están abocados a controlar que
la inflación no supere el10%anual. Tratando de ignorar que los precios llevan
comisiones, tasas de interés bancarios, y lo que es peor, IVA acumulativo sobre
todos los componentes del precio y sobre el precio final del mismo, por lo
tanto es imposible determinar el verdadero costo de vida de un ciudadano
estafado por la contabilidad del estado-.
La estafa se origina en la colonización mental de nuestros
gobernantes, o en la estulticia de sus asesores, que determina sus actos de
gobierno. Muchos creyeron que el Frente Amplio podía hacer algo más que
administrar honradamente los recursos públicos y con eso bastaba. Sobre todo
luego de la gran estafa del 2002 organizada por un gabinete inescrupuloso a
cuyo frente se encontraba un CEO de la corporación financiera y un presidente
mitómano. El problema no es de personas, ni de actitudes. El problema es la
colonización cultural de nuestros gobernantes. Sin cuestionar las escalas de
valores que imponen estas conductas gubernativas no haremos mas que cambiar de
títeres y de escenografía, pero el libreto seguirá siendo escrito por otros.
¿Estamos condenados a elegir economistas entre mamones o
truhanes?
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