Leyendo y releyendo la gran obra de Cervantes, “El
ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha”, uno no deja de asombrarse de que la naturaleza humana es la
misma, en cualquier siglo, en el “510 o en el actual”,como decía el gran
Dicèpolo.
Entre la peripecia de vida del glorioso caballero y su
escudero se pinta de cuerpo entero a la naturaleza humana de todos los tiempos
y clases sociales.
Hoy, como antaño, seguirnos considerando “locos”a los
que persiguen un ideal de vida o una sociedad diferente. Al punto de que el
planteo de una sociedad perfecta fue catalogado como “Utopía”, que quiere decir
, más o menos, “en ningún lugar”, a la ciudad descripta por Tomàs Moro, cura
que se inspiró en las versiones idealizadas de la vida comunitaria de algunos
pueblos americanos llevado por las versiones de los viajeros europeos. De este
espejismo surgen todos los sueños de sociedades “perfectas” que desde el mundo
europeo se imaginaron como alternativa a su contraecha naturaleza, eso que
ellos llaman civilización. Toda empresa destinada a cambiar el modelo
civilizatorio europeo es considerada como “una quijotada”, y todos volvemos la vista y la memoria a la peripecia
del gran manchego. Con gran alivio de los “civilizados” lectores, la mayoría de
las “quijotadas” no salen del papel, pero cuando lo hacen, “los cuerdos” no
tienen otra alternativa que reprimir a los “locos” o en algunos casos, con gran
buen humor, deciden “seguirles la corriente”, como hicieran algunos nobles con
Don Quijote, y disfrutar de sus ingeniosas proposiciones que no dejaban de
asombrarlos, puesto que son realmente muy sensatas razones, contra de las
cuales estamos todos mas que prevenidos, por no decir “vacunados”. El hidalgo
defendía sus locuras… algo que le pasa a todos los luchadores que intentan dar
batalla por sus sueños de justicia y equidad.
Se me hace que, tal como le sucedió al manchego,
muchos han sido víctimas de sus lecturas de juventud y a ponerlas en práctica
se han lanzado por los caminos en las mas de las veces a la burla o a la
traición de sus contemporáneos. El suelo americano ha sido abundantemente
abonado por héroes y mártires, cabeza
visible de fabulosos genocidios, desde Tupac Amarú, Solano López, Zapata o el Ché,
cruzando todos siglos. Pero pocos han tenido una vida tan paralela a la de
nuestro mítico castellano como José
Mujica, el entrañable Pepe.
Salió al campo de la vida joven y lleno de fantásticas
lecturas y sus primeras salidas, como las del manchego, fueron de golpizas,
burlas y desastres. Los sensatos lo metieron en la cárcel y los curas y
barberos le quemaron los libros, recluyéndolo en cautiverio creyeron volverlo a
la cordura, escapo de esas garras reiteradas veces, y saliendo al campo otras
tantas.
Pero en su última salida cayo víctima del buen humor
de unos nobles que decidieron acompañar su “locura” y la de su escudero,
haciéndolo vivir lo que ellos era, y creen siempre, son sus “sueños de gloria y
fama”. A su escudero, el buen Sancho, los buenos Sanchos, que desde las
catacumbas del MPP siguen discutiendo escolásticamente sobre “gobierno y
poder”, les hicieron disfrutar, por los días que duró el engaño, el gobierno de
“la ínsula de Barataria”. Que nunca mas bien puesto tuvo el nombre, que según
el autor era de barata. Nada mas
parecido al Uruguay, una verdadera ficción de país, una ínsula terrestre, un
sinsentido americano.
De la regalada vida de palacio en que los nobles
encerraron a Don Quijote mientras su alucinado escudero ejercía el gobierno de
la “insula de Barataria”, cenas, discursos y alabanzas a su buen juicio,
entretuvieron las horas del manchego señor.
Lo asombroso es como pueden “los nobles”, convertir a
su enemigo en cruel divertimento de la
corte. Porque en gran medida esto es lo que nos hicieron con el Pepe.
Asombrados por el “personaje”, lo convirtieron en divertimento, de
conferencias, reportajes, películas, y simulados honoris causas, mientras tanto
sus pretendidos amigos, “el cura y el barbero”, tramaban la vuelta al pago y a
la realidad del soñador.
Como el cura y el barbero, Tabaré y Danilo metieron en
caja al Pepe, lo mandaron para la casa, tras un divertimento de cinco años en
los que, mientras que los “señores de poder” disfrutaban de los “juicios
discretos” del caballero andante y de los decires pintorescos de sus escuderos,
sus amigos no cejaban en sus empeños por volver las cosas a su lugar.
Los pragmáticos
al poder, del cual nunca realmente cedieron un ápice, allí estuvieron
siempre, agazapados en la burocracia y la política bancocentralista, neutralizando
todas las iniciativas de Pepe, fueran en educación, ferrocarriles, integración
americana, etc. Para volver por sus reales a la discreta administración del
negocio del puerto, que es de lo que se trata cuando se deja de pensar en
“desarrollo agrointeligente”, a “desarrollo abierto al exterior”, y como
sempiternamente viene ocurriendo, desde el ocaso artiguista, un país de pocos
para pocos. La “insula de Barataria”, creada en suelo americano hace dos
siglos, la” cuña del mismo palo” , clavada para separar viejos vecinos por los
agentes de “inglalaperra”. El pequeño sueño del “paisito” insular y próspero
balconeando el mundo desde el buen seguro que da estar en un portaviones
imperial.
A esto se reducen los designios de la era “poschaves”, que con mano de seda vienen
gestando los amos del norte para este “paisito”.
La broma de los nobles con el caballero fue cosa de
semanas, para el caso del Pepe fueron cinco años, pero el juego terminó y ha de
volver a su casa.
Bien hace el Pepe en ir a cumplir sus merecidos y
sacrificados 80 años, echando una mirada por la Euskadi y la umbría de sus
mayores, una vuelta a sus orígenes, un retorno a la tierra de sus penates, él
que se define como panteísta.
El retorno a su tierra debilitado por los años y las
fatigas, le hacen volver en sí y se “despabila” de sus sueños, reniega de sus
“libros de caballería que le comieron el seso y el buen juicio”. Ya lo dijo
varias veces, “antes pensaba en cambiar el mundo”, hoy piensa en el cambio
cultural, el cambio introspectivo…
Ya hizo su testamento, una escuela agraria será su
solar. No es ese su legado, que tampoco es suyo, lo atravesó, es el mandato de
patria y dignidad americana que nos viene de una historia en que se cruzan el
hidalgo manchego y Tupac Amaru.
Pero bien le iría en la cabecera de su tumba lo que el
bachiller Sansón Carrasco escribió para el que fuera “estampa y figura de la
andante caballería”:
“Yace aquí el Hidalgo fuerte
Que a tanto extremo llegó
De valiente, que se advierte
Que la muerte no triunfó
De su vida con la muerte.
“Tuvo a todo el mundo en poco,
Fue el espantajo y el coco
Del mundo, en tal coyuntura,
Que acreditó su ventura,
Morir cuerdo y vivir loco.”
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