Hace diez mil años, o más, la península arábiga era un
territorio fértil donde deambulaban los pastores con sus rebaños. La región,
como la del norte de África, se fue modificando por uno de los cambios
climáticos que se producen en el planeta.
Los pueblos agricultores afincados a la vera de los grandes ríos, Nilo,
Tigris y Éufrates, desarrollaron técnicas de cultivo, manejo de aguas una larga
experiencia en la domesticación de vegetales, en especial cereales. Esas
civilizaciones fueron cuna de la ciencia, los primeros en desarrollar la
escritura. El proceso de desertificación de la península arábiga, como el norte
africano, forzaron la emigración de los
pastores hacia las costas del Mediterráneo, y los territorios regados por el
río Jordán. Pero en esas tierras fértiles prosperaban ciudades numerosas, fruto
de la agricultura que permite el mantenimiento de multitudes, gracias al manejo
de la tierra y la administración de los granos durante todo el año. Las
civilizaciones son el resultado de la agricultura, la administración de los
excedentes que esa tecnología provee. La agricultura permite la diversificación
de las actividades humanas, el desarrollo de las ciencias, la astronomía para
el manejo de los tiempos de siembra, de la arquitectura para la confección de
depósitos, represas, canales. En las ciudades se requiere de muchos brazos para
el manejo de la agricultura, de soldados para la defensa del territorio que
genera esa riqueza básica. La diversidad de actividades genera clases
artesanales, sacerdotales que administran en forma de tributos las despensas
colectivas, etc. En los territorios menos dotados para la agricultura vivían,
como aún lo hacen hoy los bereberes del desierto africano, clanes de
pastores. Los originarios de la
península arábica fueron migrando hacia el Mediterráneo y encontraron las
mejores tierras ocupadas por pueblos sedentarios organizados en ciudades. Producto de esas hambrunas un conjunto
de esos pastores se arrimaron a las
fronteras de Egipto y pidieron ser admitidos. Fueron por lo tanto ingresados y
pagaron con su trabajo por el refugio que recibían.
Ese pueblo
trashumante desarrolló una religión cuya originalidad consistía en su
intangibilidad. Su dios no admitía imágenes representativas, estaba en la clase sacerdotal que transportaba el único
símbolo de sus creencias, una caja con las tablas de la ley establecidas por
esa clase que se asumía inspirada para conducir a las tribus. De esa clase
sacerdotal surgían los caudillos conductores, en su carencia surge el mito de
los “mesias”, o redentores del pueblo en tiempos de su decadencia o sumisión a
otros. El problema era que como pastores no tenían tierras, para dejar de serlo
necesitaban arrebatárselas a quienes ya las ocupaban. De ahí surge la gran
propuesta teológica de Moisés, su dios hace un “testamento”, acuerdo, pacto,
eligiendo a este pueblo como “elegido”,
para poseer las tierras y afincarse definitivamente. Los desterrados se
convierten en herederos divinos de las tierras de otros pueblos, de otros
dioses, a los cuales se les desprecia y cuyo exterminio, junto con sus
seguidores manda este etéreo dios a su pueblo. Quien quiera ver los relatos
puede leer los libros de Moises y de Josué, donde se desarrolla toda esta
ideología de los desposeídos para la
conquista de su lugar en la tierra. Es
la eterna lucha de los pueblos por los recursos naturales necesarios para su
subsistencia. La intangibilidad de ese
dios, el hecho de que su poder estaba en la palabra de sus sacerdotes, los
Levitas, su conducción política en sus más valientes y arrojados hombres, les permitió pasar la
mayor parte de su historia exiliados, ideológicamente exiliados, porque es el
exilio lo que alienta y reúne a ese pueblo, lo convoca a mantenerse unidos en
el culto a sus tradiciones, su cultura culinaria, sus disciplinas estéticas,
los rituales de fidelidad y marcación de sus varones mediante el ritual de la circuncisión,
la observancia estricta de sus leyes de identidad.
Los pueblos
agrícolas deben su existencia a la fertilidad de los suelos, a la periodicidad
de las lluvias, a los flujos de las crecientes de sus ríos y, fundamentalmente,
al sol que genera la vida de plantas, animales y hombres. Por eso las civilizaciones generan teologías
solares, ritos solares y lunares, donde
la naturaleza es personificada y a la que se trata de seducir mediante cultos,
ofrendas. El sol se personifica en sumo sacerdote, en los cultos y en la monumentalidad.
Como es natural, la ciudad, civilización, es posible por la agricultura,
generadora de toda la diversidad humana, la que posibilita el comercio y la
industria como forma de diversificar las actividades para atender a la tierra.
Pero estos pastores,
eternos exiliados, conquistaron y perdieron sus bienes testamentarios a lo
largo de los milenios, conocieron su dispersión en el seno de imperios
agrícolas, a lo largo de la historia mantuvieron su identidad mediante su
organización religiosa, su cultura y sus
rituales. En el siglo XX lograron, por concesión británica de sus tierras
usurpadas en Palestina, recuperar sus míticas tierras testamentarias. Pero el
mundo del siglo XX ya no era el de Moisés y de Josué. Los pueblos europeos se
habían expandido por el planeta, ocupado continentes, tras innumerables guerras
entre ellos, de una de las cuales surge ese acuerdo que promete el afincamiento
del pueblo de Israel. Pero ya hacía más de dos milenios que no existían los
pastores que condujo Moises, la vida del pueblo errante se realizaba en el seno
de las sociedades agrícolas generadoras de imperios globales. Dedicados al comercio e intermediación, a las
finanzas, artes y ciencias, el judío se mantuvo, como dicen, “juntos pero no entreverados”, es
decir, mantuvieron su identidad como pueblo mediante sus cultos y perseverando
en una endogamia basada en la cultura y
la religión. Es justamente ese carácter de diferenciación, ese exilio étnico y
cultural, lo que hizo que periódicamente se generaran rechazos por parte sus huéspedes,
al ser percibidos como “cuerpo extraño”, no asimilable, que no aceptaba la
mezcla de sangre con sus benefactores. Es justamente esa fuerte y persistente
identidad la que genera el antisemitismo recurrente, sobre todo en tiempos de
crisis, falta de recursos, de epidemias, invasiones, etc. Europa ha sido
testigo esos conflictos durante los últimos tres milenios, en que los procesos
de identidad se basan en las religiones. Y si bien, las versiones del semitismo
en su migración, el judaísmo, el islam, el cristianismo, fueron diferenciándose
en función de los pueblos que las tomaban, es el judaísmo el que mantiene el
añejo concepto de relación testamentaria divina sobre los demás. El Islam reúne a las tribus semitas alrededor
de caudillos militares, pero no hay alusión testamentaria alguna en el Islam,
ni sentido de superioridad, se rigen por el derecho de la guerra. El cristianismo, podría decirse, una versión
liviana del semitismo original. Los cristianos se separan del judaísmo, abiertos
a los no judíos, expulsados de Palestina en tiempos Romanos, tras la ejecución
de aquel rabino hereje llamado Jesús, que admitía como discípulos, frente a las
sinagogas, a no judíos de nacimiento, predicaba entre “gentiles”, o sea entre
griegos y romanos. Esos seguidores de
Jesús fueron los que, siguiendo la formalidad y la estética semítica,
redactaron sus experiencias en un compendio que se denomina “nuevo Testamento”,
pero que es abierto a todos los pueblos, incluso, tras largas discusiones,
separándose definitivamente del judaísmo original, se elimina el ritual de la
circuncisión a los varones, porque ni griegos ni latinos admitían tal práctica
sangrienta y diferenciadora. De la ejecución del rabino por pedido de la
autoridad religiosa judía, a la oficialización del cristianismo como religión
oficial del Imperio Romano, transcurren tres siglos, en los cuales la prédica
de los seguidores se expande y escala toda la pirámide social del imperio.
Esta religión es reconocida y adoptada por Constantino en 350dc,
desplaza a los cultos anteriores, no sin violencia, alargando la vida de la unidad política del imperio
romano en un siglo más, tras los cuales comienza una nueva etapa en la
evolución de las ideologías políticas europeas. Europa trata de mantenerse
unida mediante la cristiandad, aunque dividida la iglesia y el Imperio
entre occidente y oriente. Esta división es la que perdura en la mente y
en el accionar político europeo. El
concepto de “occidente”, maneja esa dicotomía generada por el sisma
cristiano. La iglesia de oriente, ortodoxa, fue la base de la nación rusa y del
mundo eslavo en su expansión asiática.
Es realmente
interesante que esa diáspora de seguidores de un profeta judío, declarado herético
y condenado a muerte, fuera abrazada por tan diversos pueblos en el seno de un
imperio muy diverso en gentes. Tal vez
fue la simplicidad del mensaje, su capacidad de ser adaptada a las creencias
previas de todas las vertientes, lo que permitió que se convirtiera en creencia
oficial de un imperio en decadencia.
La deriva del
cristianismo de occidente a partir del siglo XVII, la fractura religiosa de la
Reforma, dará forma ideológica a las nacionalidades europeas. Europa se
destruye en la guerra de los treinta años (1618-1648), que concluye con la paz
de Westfalia en que quedan reconocidos los nuevos estados nacionales.
Si España y Portugal tuvieron la iniciativa y
las capacidades tecnológicas para llevar adelante las expediciones marítimas,
el legado papal a los “reyes católicos”, España y Portugal, del nuevo mundo
descubierto, fuerza la ruptura teológica. Y es, justamente, recurriendo al
viejo testamento, a la épica semita, que los reformadores del cristianismo se
erigen en predestinados. La deriva ideológica que surge de esta fisura, ese
retroceso, inspirador del nacionalismo tribal, surge de la épica judía, da curso a nuevas formas de
“religión laica”, los reyes dejan de ser ungidos por los dioses para serlo de
los hombres, los estados se liberan de los fundamentos teológicos, la filosofía
política remplaza a la teología. Los
estados mantienen las estéticas de los
antiguos reinos fundados en la teología, himnos, rituales, símbolos,
juramentos, obediencias. En lo organizativos toman el derecho romano y la
arquitectura de sus edificios públicos y sus instituciones.
Evolución del “pueblo elegido”.
En las crisis
europeas del siglo XX, sus dos guerras civiles, expandidas como “mundiales”,
por los intereses colonialistas europeos en Asia y, fundamentalmente, por la
emergencia del poder anglosajón desbordante. Ambos conflictos se dan en ese
proceso de crecimiento de poder de los hijos de Inglaterra en América, llevados
al conflicto europeo por la decadencia de Inglaterra para sostener su primacía
europea. En ambos conflictos los angloamericanos ingresan al final, cuando
Europa ya se encuentra autodestruida. Los ingleses no asumen su declinación política como imperio
global hasta el fin del segundo conflicto.
La primera posguerra sume a Europa en la mayor de las miserias y epidemias, su penosa reconstrucción va de
la mano del endeudamiento masivo, pérdidas patrimoniales, con los
“libertadores” norteamericanos. Alemania vencida en el primer conflicto, junto
con Rusia agotada por la guerra europea y
envuelta por una década más en guerra civil, son los grandes perdedores.
A Alemania se le imponen deudas imposibles de cumplir, se pretende que el
pueblo alemán pague todos los costos del conflicto, prevaleciendo un
revanchismo aplastante por parte de los vencedores que sume en la miseria al
pueblo por quince años de terminado el conflicto. Es en ese contexto miserable
que surge el nacional socialismo, inspirado en los éxitos del fascismo italiano
de posguerra, que se convertirá en el paradigma popular europeo del siglo XX:
el estado de bienestar. Resurgimiento industrial, clases proletarias bien
remuneradas, salud, vivienda y vacaciones pagas para todos. El socialismo
italiano del Duce cambia utopías comunistas por realidades socialistas.
Mussolini es un antiguo socialista, solo que incluye la burguesía industrial en
su proyecto, que requiere de “espacio
vital”, expandirse, para su éxito. Como lo habían hecho Inglaterra y Francia,
el bienestar se sostiene con colonias en el extranjero. Y el único lugar,
África, ya estaba ocupado por Inglaterra y Francia… Lo mismo le sucede a
Alemania, que en el conflicto perdió sus tardías posiciones coloniales
africanas, que se repartieron sus vencedores.
En este proceso de
crisis resurge el conflicto con los huéspedes semitas, proceso recurrente en
Europa. Esto genera el éxodo masivo de judíos. La crisis es madre de todas las “fobias”,
contra todos los “diferentes”, los judíos, negros, gitanos y en los pueblos
ocupados, como Polonia donde las comunidades judías y gitanas eran importantes.
El terror y la exclusión social y económica de los judíos es parte de la
campaña nacionalista alemana, se trata de “hacer lugar a los alemanes”, eje de
campaña en ascenso político del nacional socialismo. Llegados al poder en 1933,
se inicia una política de exclusión social y de
persecución, expulsión por el terror, que tendrá su máximo exponente
a partir de 1943 con los campos de
concentración destinados, no ya a esclavizar prisioneros, sino a eliminarlos
industrialmente. El número de víctimas estiman algunos en seis millones, pero
no condicen con el número potencial
previo de judíos en esos territorios y los emigrados. El número no es
relevante, aunque puede ser impresionante si no se tienen en cuenta fenómenos
semejantes ocurridos con otros pueblos, por ejemplo el exterminio del pueblo
guaraní en Guerra de la Triple Alianza,(1865-1870) o las mas recientes, el ocurrido en Indonesia
en los años cincuenta del siglo XX, por los servicios norteamericanos y sus
militares locales. O, en China, las matanzas y hambrunas generadas por la “revolución
cultural”(1966-1976) y sus treinta millones de víctimas.
La primera
posguerra dio lugar a una nueva forma de semitismo, el movimiento sionista.
El Sionismo.
El sionismo alude
al retorno de la diáspora judía a Jerusalén (Sion), a Palestina como “tierra
prometida”, es un movimiento nacionalista que surge a fines del siglo XIX por
el austro- polaco, Teodor Herzl, que da la batalla cultural contra los
partidarios de la asimilación de las comunidades judías a su entorno social.
Este movimiento promueve la migración a Palestina. El surgimiento de un
movimiento nacionalista, no religioso, dentro del judaísmo responde a los
diversos incidentes de persecución, discriminación de los judíos en toda la
Europa de fines del siglo XIX. No fueron los nazis los que inventaron el
antisemitismo, se practicaba en la Rusia Zarista como en la Soviética, en
toda Prusia y en Francia. Lo que hizo
singular al nazismo fue su progromo, devastación, tiene su origen en las
persecuciones a los judíos en tiempos del Zar Alejandro II en 1881, aunque
estos fenómenos se produjeron en diversos lugares contra otras comunidades, en
Armenia por parte de los Turcos, en fin, la importancia del holocausto es que
dinamizó al sionismo, lo expandió como partido nacionalista judío a nivel de la
diáspora, pero principalmente para el
logro del estado de Israel. Hoy el sionismo es la ideología que sustenta
a Israel como estado, es la “religión de estado” que lo hace posible. Ha hecho del pogromo alemán el ícono de su existencia, en toda Europa se ha
creado el “culto al holocausto” y en todas las comunidades de la diáspora es el
argumento de más peso contra la asimilación de los judíos a las comunidades que
los albergan.
Hoy el sionismo es
la expresión política radical del judaísmo religioso ortodoxo, puede decirse
que origen del nacionalismo sionista está en la religiosidad primordial del judaísmo. Su poder no solo
impide el cuestionar la pertinencia del
estado judío, hoy ya tan incuestionable como la de la existencia de los EEUU, o
que los indios americanos, o los mejicanos, recuperen sus tierras y soberanías
perdidas. Porque ambas naciones son además potencias nucleares.
Desde el punto de
vista de la evolución de las ideas este proceso operado por el pensamiento
desde lo religioso a lo político debe ser analizado para comprender el estado
actual de nuestra civilización.
El libro de Ester.
Una leyenda que a
fuer de persistir se convierte en realidad.
En síntesis el
libro narra una situación de persecución
del pueblo judío que es resuelta mediante la captación dentro del reino de
voluntades que destruyen a esos enemigos con las mismas fuerzas del estado
huésped. Ester se convierte en favorita,
reina, del rey Asuero, su padre de crianza, el judío Mardoqueo en ministro
principal del rey. Los enemigos de los judíos en el reino son ejecutados, ellos
sus hijos y seguidores. En conmemoración del éxito obtenido de lograr cobijo
y protección de un rey extranjero para
librarse de sus enemigos, se conmemora el PURIN, del hebreo “suertes”, se
celebra en el calendario judío el día 14 del mes de Adar, llamado “carnaval
judío” por el 25 o 26 de febrero.
Lo interesante de
esta historia, según historiadores ficción creada en tiempos muy posteriores a
los históricos de la narración, es su
carácter de una “profecía auto cumplida”.
Al final de la segunda guerra mundial los vencedores exterminan a los
enemigos y conceden a los judíos su
lugar en “la tierra prometida”, y la protección para expandir
sus dominios más allá de los acuerdos
de origen, 1947.
Es una interesante
prueba de la capacidad de generar hechos históricos basándose en la firmeza de
sus creencias. Tal vez la mayor moraleja de esta historia sería: “somos lo que
creemos ser”.No importa si fue o no fue históricamente el hecho. Lo que lo hizo
real fue la fuerza de las creencias y de la voluntad de un pueblo .El camino
para lograrlo está en la narración, pero en cada época o circunstancia, es la
voluntad de ponerlo en práctica lo que importa. En nuestra época se concretó el sueño de cuatro milenios. No
hay que despreciar esto, porque los mismos que muestran esta perseverancia
histórica, esas creencias, promueven la destrucción de las de sus huéspedes,
han promovido la irreligiosidad, el ateísmo, como forma de debilitar la autoestima de los pueblos, aumentar la
propia mostrándose como verdaderos hombres
unidos por firmes creencias que los convierten en “predestinados por su
dios “para medrar sobre los demás pueblos”. El concepto de “pueblo elegido” por
un dios ha dado lugar a los comportamientos humanos más destructivos, con la
especie y con el planeta, porque, desde el primer libro de “los desterrados”,
ese dios pone a todos los seres vivos para su exclusivo usufructo. Idea
original que nunca a pueblo alguno se le había ocurrido antes y es lo que hace
a esta singularidad, que ha convertido a este homínido en una especie tóxica
para el planeta.
Alguien puede
preguntarse cuando y donde el ser humano se desvinculo de las demás especies
vivas, cuando dejó de sentirse parte de un planeta vivo y pretendió sentirse
dueño y señor, animal superior predestinado a explotar, dominar, someter a
todos los seres vivos y hasta su propia especie. Donde surge ese desprecio por
la vida, el utilitarismo avasallante que envenena al planeta, provoca
extinciones masivas de variedades vitales. ¿Cuándo se produjo esa
ruptura?(Gen.2- y 9-pag.7 y15)
“Dijo Dios:”
Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los
peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las
fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo”.
Surge cuando en el
seno de tribus acuciadas por el hambre, se ven forzados a emigrar de las tierras que proveían de
sustento a sus ganados. Un largo proceso
de cambio climático planetario, hace cinco mil años, modifico el entorno,
desecando las aguadas y empobreciendo las pasturas. Los hombres aprendieron
primero a seguir las manadas de
mamíferos en su deambular con las estaciones y los cambios de pasturas, la caza era su
forma de sustento. Otros animales carnívoros lo hacían. Pero el hombre termina
asociándose a esos rebaños, una especie de asociación natural por la cual dos
especies se protegen mutuamente de otros depredadores. Así obtuvo el hombre
lana, leche, carne y los herbívoros
socios con los que conquistar campos de pasturas libres de enemigos, porque en
esa sociedad, el hombre protegía a la descendencia de la especie, cuidaba de su
procreación, que es el objeto último de
toda forma de vida. Es que en el planeta
la vida fue posible por esas relaciones en las que transforman la energía solar
o química en materia orgánica capaz de replicarse, todos los fenómenos vitales
son sistemas de conservación de esa energía, todo depende de todos y las
especies son formas adaptativas a los diversos
ambientes que la misma actividad vital va creando y modificando. El ser
humano, una variedad más de la vida, era limitado por el acceso a los
nutrientes como todos los seres vivos.
Por ese motivo durante cien mil años fue una variedad poco numerosa. Se
incrementa por su capacidad de organizarse colaborativamente como especie,
asociarse a otras formas de vida, pastoreo de manadas salvajes, domesticación
de especies animales asociadas, por último el gran salto, pasar de la recolección
de vegetales a su selección y cultivo. El salto a la agricultura es lo que
permite modificar el entorno que facilita la vida, las ciudades. Durante
milenios esas dos estrategias de sobrevivencia coexistieron, los trashumantes
pastores y los afincados agricultores organizadores de ciudades.
Los pastores
condenados a seguir a sus ganados tras sus pasturas, rivalizaron con los
agricultores que habían aprendido a domesticar a los herbívoros separándolos, cuidándolos y adaptándolos a
sus siembras de granos con los cuales
suplir sus pasturas y hacer sus reservas de estación que les permitió aumentar su número y
diversificar sus actividades. Las ciudades se comportan como organismos
complejos, entidades en las que todos dependen de todos para el sustento, el incremento del número, lo que
determina la división de actividades, las especializaciones y con ello la
creación de la inteligencia social, la memoria colectiva, la escritura y la
acumulación de conocimiento social, la cultura. Los agricultores son hijos del
sol, la luna, los ciclos estacionales que ordenan su existencia. Su
organización social es por lo tanto determinada por cultos naturales.
Los pueblos
guerreros, depredadores de otros, como
los griegos, adoraban dioses antropomórficos en que se representaban,
como imágenes superiores de ellos mismos. La naturaleza humana, sus pasiones se
reproducían en sus dioses tan humanos como para tener descendencia con ellos.
Son pueblos guerreros y comerciantes que forman asentamientos coloniales
independientes en guerra permanente con sus vecinos. Eso eran las ciudades
griegas. Sus dioses eran “a su imagen y semejanza”.
Los pastores en
cambio, vivían en familias o grupos, consanguíneos, clanes, organizados
patriarcalmente, por lo tanto se representaron colectivamente en dioses
patriarcales. El dios de los semitas es
un dios padre, autoritario y feroz, que pide el sacrificio de su propio hijo al
patriarca Abraham.(Gen.22,pag.33). Los sacrificios animales y humanos son
reiterados en la historia humana como rituales de socialización. El “nosotros
“se construye mediante rituales y obediencias al colectivo. Los sacrificios de sus enemigos en el culto a
sus dioses, como la antropofagia ritual, son formas de construir comunidad a lo
largo de la historia. Prescindiendo de los significados que para cada grupo
representa el sacrificio, se construye comunidad “haciendo justicia”, quemando
un hereje, un violador de las normas de convivencia aceptadas. Las ejecuciones
públicas a los reos, son “actos de fe”
en el estado. O entre los aztecas y mayas, arrancando el corazón a los cautivos
en público holocausto, en el altar del
Sol. Para el europeo era admisible lo primero pero horroroso lo segundo, por
incomprensible.
Estos pastores con
su dios patriarcal, “a su imagen y semejanza”, conciben una divinidad
irrepresentable físicamente, que está sublimada en el ritual, la disciplina
impuesta por sus patriarcas y, a medida de que evoluciona su organización
social, constituyendo una clase sacerdotal guía, los levitas, que deben cuidar
“el arca”, o sea el lugar en que se guardan las leyes establecidas para
constituir comunidad organizada.
Desde la primer
página del relato queda establecida la ruptura entre el “el pueblo elegido” y el
entorno. El mandato al hombre es de
someter la naturaleza, una relación de dominio, no de armonía. Pero, luego
avanza en su pretensión, elige una comunidad humana sobre las demás como dueña
de la tierra. Promete, testamentariamente, la tierra a esa comunidad de tribus,
para ello debe de exterminar a las comunidades que la ocupan mediante la
guerra. El primer genocidio, pogromo, registrado y loado, esta prolijamente
contado en el libro de Josué.
Y este es el punto
en que una parte de la humanidad pierde el
contacto con la naturaleza, con la vida del planeta, se vuelve
parasitaria, tóxica. Este es un proceso que arranca hace medio
milenio, cuando se “abre la caja de Pandora”, Gutenberg imprime “el libro”. La
reforma se inspira en el denominado “testamento hebreo”, lo divulga entre los
“barbaros” trabajosamente reunidos mediante la cristianización del desbaratado imperio
romano, en “pueblos predestinados” a someter a la naturaleza y a sus
congéneres.
Ese desprecio de
los “predestinados” a la naturaleza ha generado lo que se llama “capitalismo”,
o sea, la pérdida del sentido social de la actividad humana. La pérdida total
de la perspectiva, dejar de ver el bosque para centrarse en el árbol visto como
tabla. La revolución industrial de los últimos dos siglos ha mercantilizado el
tiempo humano, el trabajo, los frutos de sus manos, y hasta las convenciones de cambio, el
dinero, convirtiéndolo en mercancía.
Los hebreos habían
pasado los siglos conviviendo en el seno
de los pueblos agricultores, respetando el mandato de no mezclarse se dedicaban
al comercio, en la Edad Media europea se dedicaron al comercio de dinero, eran
prestamistas y prosperaron en los centros comerciales como Venecia. Se
establecían en derredor de las plazas en unos banquitos que oficiaban de cajas
de caudales, prestando y tomando dinero
a interés, por más que esta era una actividad mal vista y hasta prohibida por la
Iglesia. Pero, las necesidades de los
príncipes y de los reyes, apremiados por las guerras, hizo que fueran
tolerados y hasta protegidos. No sin
incidentes, ocurría cuando uno de estos banqueros no podía responder a los depositantes, entonces, se
armaba una enorme pelea en la plaza, a los banqueros se les rompían los bancos
en la cabeza, de ahí, la palabra “bancarrota”. En este negocio y otros
vinculados a la intermediación y artesanías, pasaron los siglos, siempre vistos
con recelo por poderosos y plebeyos. De esa convivencia entre judíos y
cristianos, aparece el negocio entre el Cid Campeador, (1094-1099 dc) necesitado
de recursos para la guerra, recurre a
prestamistas judíos, el famoso engaño de los baúles de arena.
Cuando se comienzan
a perfilar las naciones europeas
inspiradas en la Reforma protestante, el viejo testamento adquiere especial
significado, la épica hebrea es tomada
como inspiración para el porvenir. Los pueblos comienzan a escuchar en los
pulpitos, en su propia lengua, las promesas de dios a su pueblo, comienzan a
verse reflejados en esa épica nacionalista. La reforma protestante es el primer
paso para la formación de las iglesias nacionales, el crecimiento de
sentimientos de predestinación y se convierte el aliciente para la lucha por la
tierra y la disputa de los espacios
nacionales, dentro y fuera de Europa. No puede afirmarse, como lo hacen algunos
sociólogos de la escuela de Max Weber(1864-1920),
que el individualismo protestante hizo posible la revolución industrial,
achacando al catolicismo nuestro subdesarrollo industrial. No necesariamente,
porque ni en Barcelona o Flandes, ni en Japón o India, fue necesaria una
ideología como la reformada para inspirar el desarrollo capitalista. Pero fueron
esas sociedades industriales las que , al chocar con otras culturas en sus
aventuras imperialistas, inspiraron ese modelo productivo en sociedades como
las asiáticas e incluso iberoamericanas, como fuera un ejemplo el Paraguay,
sociedad cristiano-guaraní, de mediados del siglo XIX que emprende un proceso
de industrialización paralelo al japonés, tempranamente destruido por los
agentes criollos de Inglaterra en el mayor genocidio americano de la historia,
la Guerra de la Triple Alianza, armada y financiada por la banca inglesa.
Los seres humanos
son configurados por sus creencias desde la aurora de los tiempos. Son sus
dioses hechos a su imagen y semejanza los que los conducen personificados en
sus “mesias”, conductores hacia “tierras prometidas”. Estas ideas sirven a la
lucha por la conquista de nuevos espacios para la expansión de las tribus
humanas. Su evolución desde la teología, de los pactos con un dios que promete
la tierra ajena, a las más recientes del “destino manifiesto” norteamericano,
el racismo de Benjamín Franklin que demanda “espacio vital” para la “raza
blanca” a la que cree encarnar en exclusividad. Estos conceptos inspiran al
nacionalismo alemán que puja, desde su mediterraneidad continental, con el
inglés a partir del último tercio del siglo XIX. El crecimiento de los pueblos
de Europa central, así como de Irlanda, en el siglo XIX, se produce tras la
introducción de los cultivos americanos
en el siglo XVIII, principalmente la papa, el maní y el maíz, que cambian la productividad
de la tierra al prosperar como cultivos exóticos, sin plagas competidoras,
renovando los ciclos agrícolas. Puede atribuirse a la papa el desborde de los
pueblos de Europa central en el siglo XIX, su puja hacia occidente en busca del
acceso al mar y el comercio que les diera acceso directo a los frutos
americanos. En esa puja se encuentra con
los anglosajones que se les adelantaron en un siglo en el control de los mares
y sus costas. Los anglosajones, como los griegos en el mar Egeo, organizan un imperio insular, talasocracia, a su imagen, conquistan territorios costeros,
trazan rutas insulares para el cruce de los océanos.
Todas estas
elaboraciones ideológicas tienen como trasfondo, sustento inspirador, las
promesas de ese dios de los hebreos, ese dios que testó a sus favoritos las
tierras de sus vecinos. El mandato de ese dios se expresa en el “destino manifiesto”, es revivido por el
providencialismo calvinista, cargando “la pesada carga del hombre blanco” del
escritor, cipayo hindú, Rudyard Kipling,.
Rudyard Kipling, La
Carga del Hombre Blanco (1899)
Nacido en la India,
lugar donde transcurren sus novelas más conocidas, Kipling supo expresar la
ideología de
la clase media
inglesa ligada a la administración colonial. Este poema, publicado en 1899, es
quizá la mejor
expresión de las
ideas de esa clase.
Llevad la carga del
Hombre Blanco—
Enviad adelante a
los mejores de entre
vosotros—
Vamos, atad a
vuestros hijos al exilio
Para servir a las
necesidades de vuestros
cautivos;
Para servir, con
equipo de combate,
A naciones
tumultuosas y salvajes—
Vuestros recién
conquistados y
descontentos
pueblos,
Mitad demonios y mitad
niños.
Llevad la carga del
Hombre Blanco—
Con paciencia para
sufrir,
Para ocultar la
amenaza del terror
Y poner a prueba el
orgullo que se ostenta;
Por medio de un
discurso abierto y simple,
Cien veces
purificado,
Buscar la ganancia
de otros
Y trabajar en
provecho de otros.
Llevad la carga del
Hombre Blanco—
Las salvajes
guerras por la paz—
Llenad la boca del
Hambre,
Y ordenad el cese
de la enfermedad;
Y cuando vuestro
objetivo esté más cerca
(El fin buscado
para otros)
Contemplad a la
pereza e ignorancia salvaje
Llevar toda vuestra
esperanza hacia la nada.
Llevad la carga del
Hombre Blanco—
No el gobierno de
hierro de los reyes,
Sino el trabajo del
siervo y el barrendero—
El relato de cosas
comunes.
Las puertas por las
que vosotros no
entrareis,
Los caminos por los
que vosotros no
transitareis,
Vamos, hacedlos con
vuestra vida
Y marcadlos con
vuestra muerte.
Llevad la carga del
Hombre Blanco,
Y cosechad su vieja
recompensa—
La reprobación de
vuestros superiores
El odio de aquellos
que custodiáis—
El llanto de las
huestes que conducís
(¡Ah, lentamente!)
hacia la luz;--
“¿Por qué nos
librasteis de la esclavitud,
Nuestra amada noche
egipcia?”
Llevad la carga del
Hombre Blanco—
Vuestra audacia no
va a menos—
Ni llama
ruidosamente a la Libertad
Para encubrir
vuestro cansancio.
Por todo lo que
deseéis o susurréis,
Por todo lo que
hagáis o dejéis de hacer,
Los silenciosos y
descontentos pueblos
Os estimarán a
vuestro Dios y a vosotros.
¡Llevad la carga
del Hombre Blanco!
Habéis hecho en
días de infancia—
El laurel
ligeramente concedido,
La fama fácil y sin
fundamento;
Venid ahora, a
buscar vuestra hombría,
A través de todos
los años no agradecidos,
Fríos, aguzados con
la costosa sabiduría,
El juicio de
vuestros pares
(NO PARECE MUY
BUENA ESTA TRADUCCIÓN, PERO SE ENTIENDE)
Es interesante este
escritor Hindú, educado a la inglesa, que tuvo amplia difusión en los círculos intelectualmente colonizados por
Inglaterra como Uruguay, donde no había una casa que se preciara de “culta” que
no tuviera encuadrado el poema “SI” del mismo autor.
Este poema, como
toda la producción del autor, es una muestra del papel seductor de las ideas,
en forma de propaganda, que los anglosajones han desarrollado. Seducir al
expoliado ahorra sangre.
Evolución del
pensamiento semítico.
La teología, el
culto a la ley, las disciplinas rituales, van evolucionando, cambiando de
manifestaciones, pero los modelos son los mismos, son fractales, se reproducen
a sí mismos con la misma fórmula matemática, pero, al crecer, pierden el
aspecto original, parecen diferenciarse por el cambio de escala. Así pues
pasamos de la teología que permitió acceder a la “tierra prometida” simbólica,
testamentaria del dios, a la creación de
un estado poderoso, con capacidad de acción protectora de las personas y de los
intereses de la diáspora. Hoy ninguna “ofensa”
al pueblo judío, aunque sea de pensamiento o verbal, deja de ser
reprimida. Todos los gobernantes del mundo deben reconocer los derechos del
“pueblo elegido”, como minoría especial en el seno de sus comunidades. Aunque
representan entre un el 0,02% de la población mundial, unos 14millones en el
2015, sesenta por ciento de ellos residen en el estado de Israel, la segunda
comunidad es en EEUU representa al 2% de la población. O sea que hay cien veces
más judíos norteamericanos que en el promedio mundial. En el
Reino Unido hay casi la misma proporción que en EEUU. Pero la visibilidad, el
acceso a la cultura y los niveles educativos, así como su presencia mediática,
es notoria en todas las comunidades, factor importante al momento de la defensa
de sus intereses colectivos.
Esto ha determinado el cambio ideológico, la aparición
del sionismo en comienzo del siglo XX, la concreción del estado, cambio la
defensa de los milenarios objetivos. Ahora de lo que se trata es de mantener la
incidencia, y poder de la diáspora, que en todos los estados exista una
“Ester”, que se cumpla con el Purín, siguiendo el mito del libro, que garantice
la seguridad del pueblo judío , lo libre de sus enemigos donde quiera que se
insinúen. De aquí surge la necesidad del
denominado “culto del holocausto”, donde en todo lugar se conmemora, no ya el
Purín, se lo pone en práctica, rituales de la memoria de tiempos del nazismo.
En todo lugar del mundo donde exista comunidad, se levantan memoriales al
“holocausto”. Este culto mantiene unida
a la comunidad, para que no se repita, mantener la identidad y no ceder a la
asimilación que genera el confortable sentimiento de seguridad. Es un culto
bifronte: para la comunidad judía de unidad, y para sus huéspedes de advertencia
y respeto.
Esto crea una asimetría que evidencia la diferencia
entre los pueblos elegidos y los pueblos repudiados. Los repudiados son los que
sufrieron y sufren al presente, sistemáticos pogromos por parte del colonialismo
blanco que no se reivindican. El poseer un estado permitió a las víctimas del
holocausto perseguir por el mundo entero, para luego juzgar y ejecutar, a los
criminales de guerra nazis. Algo que ningún otro pueblo ha logrado. En América
latina los criminales son inimputables, sea por leyes especiales, o por los
servicios extranjeros con quienes operaron, y de las camarillas empresariales asociadas
al saqueo de estos países. La aparente excepción de los juicios a las junas
militares argentinas, tiene otro significado, es el castigo por haber jugado a
la guerra con los ingleses, haber desafiado el bloqueo triguero norteamericano
a la URSS luego de las olimpíadas de
Moscú (1980). Fue en castigo a esa “rebelión de los cipayos”, aunque hubieran
merecido, de ser naciones soberanas, penas capitales por sus crímenes contra sus
pueblos.
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