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“con la careta de programas
cada vez más liberales, que ambos partidos promulgan a porfía; pero no existen
tales vínculos de ideas entre los partidistas: la fuerza que las une, lo hemos
visto, es el conjunto recuerdo de otros tiempos calamitosos, y ellos mismos lo
confiesan al proclamarse tradicionales”. Pensamiento de Batlle y Ordoñez, El
Día, 19 de diciembre de 1889. (cuadernos de Marcha l-pag.5)
En 1889 Batlle escribía esas
líneas en El Día, dando cuenta de que desde el punto de vista programático los partidos, a nivel de sus
dirigencia, no tenían mayores diferencias, toda la élite política se declaraba
liberal en lo político y lo económico.
Los remotos tiempos de los comienzos republicanos, allá por 1830, veinte
años después de la expulsión de Artigas, el tiempo había hecho su obra, todos
los protagonistas que podían dar cuenta de los orígenes de las diferencias
estaban enterrados, tanto como sus mismas causas. La memoria de aquellos hechos
estaba en el seno de las familias de los vencidos, historia oral trasmitida de
madres a hijos, cantadas en las ruedas
de los fogones por rústicos payadores…no se recordaban en la escuela valeriana
a los nuevos ciudadanos hijos de la creciente inmigración. Por eso Batlle considera que lo único que
separa a los partidos son los relatos casi folclóricos de viejos tiempos
calamitosos.
Hoy estamos ante un tiempo
semejante. El liberalismo a coaptado a los protagonistas haciendo los partidos
ininteligibles, la izquierda maquilló algo a la economía liberal , atempero su
miseria de casta voraz en tiempos de abundancia, pero fortaleció la
dependencia, entregado puertos y ríos al usufructo sin límites de la
agroindustria, de las zonas francas
pasteras, y destruyendo un millón y medio de suelo en forestación tóxica. No
cambió la base impositiva impuesta por la reforma tributaria de la dictadura.
Entrego al pueblo a la voracidad del sistema financiero, etc. En estas
permanencias está la semilla criminal.
Nadie recuerda cuando empezó la
decadencia uruguaya, 1966, con su reforma presidencialista, autocrática, está
muy lejos, pasaron cincuenta y siete años, la muerte se llevó a casi todos los
protagonistas, salvo viejos liberales, J.M Sanguinetti y Pepe Mujica, que en, en
gesto pacificador para la juventud, se confundieron en un abrazo en su camino
hacia el sepulcro.
Dando razón póstuma a J.Batlle
yOrdoñez.
¿A que va esto? Estamos a
cincuenta años del golpe de estado, cincuenta y siete de la reforma
constitucional que nos retornó al régimen autocrático presidencialista, que no
tardo en revitalizar el militarismo unificando los mandos-( Pacheco Areco
1969), recreando el partido militar, que
no pudo traer otra cosa que la criminalización de la política.
La constitución del 1966
introduce las demandas foráneas de una satrapía para el Uruguay, el
autoritarismo para imponer impunemente las recetas de reducción del Uruguay a
su mínima expresión mediante el terrorismo de estado.
No es cuestión de repetir, año a
año, “NUNCA MAS”, si no se refunda el estado oriental, con un nuevo pacto
social constitucional. Los crímenes del pasado se repetirán si sus causas no son
removidas. La saña criminal impuso un tiempo despojo y de miseria colectiva.
“lLa tierra purpúrea está llena de abrazos, amnistías, paces” sin vencidos ni
vencedores”, entremeses entre sucesivas
carnicerías… Solo un nuevo pacto
social puede evitar la reiteración de
los crímenes en las nuevas generaciones
y garantizar que “los más
infelices sean los más privilegiados.”
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