Luego de ver en dos secciones las tres temporadas, de la
serie Fargo de Netflix, para tener perspectiva global sin olvidarme de una luego
de ver la otra, que es lo que se espera, me deja estas meditaciones que
pretenden ser el clip de los dedos con que el hipnotizador despierta al
paciente.
Presentación: Tres temporadas de quince capítulos cada una.
Ubicación geográfica. Medio oeste, estado de Minnesota en las nacientes del Misisipi y sobre los
grandes lagos.
Clima, la serie se desarrolla en general en la zona norte, la
mas fría, y las escenas en general muestran un desagradable clima invernal buscando un entorno sobrecogedor.
Las series se desarrollan en pequeños condados, pueblos de poca
entidad, muestran a las policías locales dedicadas a los asuntos de vecindad y
convivencia ciudadana burocráticas e incapaces ante el crimen organizado regional o nacional que campea con total
impunidad.
La serie de la sensación de que estamos ante un “estado
fallido”, que la autoridad es nominal, el ciudadano está librado a sus propias
fuerzas, las mafias extorsionan a los comerciantes y el delito campea sin
límites.
Todos los conflictos se resuelven violentamente, sean
particulares o funcionarios armados del estado. La población esta educada en el
porte de armas y es conciente de que su
integridad depende de ellas.
Los personajes expresan desde la ingenuidad a la maldad
infinita. Los “malos” han hecho de la codicia su objetivo de vida con famélica desesperación
en violenta e irreflexivas acciones.
El derroche de violencia y de gratificación de la infinita
maldad dirigida a una platea que, desde el sillón, frente a la pantalla, se
impresione, haga catarsis de su propia violencia y quede intimidada, anonadada,
por el mensaje de impunidad en que se mueven los poderosos invisibles que
manejan a los seres humanos convertidos en cadáveres que ni se levantan del
piso para ser contados.
El entrenamiento, fuera del circo, nunca es inocente, impone
mensajes, crea sentido en la vida del espectador, lo que queda tras cada
capítulo es la ansiedad de ver el próximo y olvidar el anterior. Por eso es
altamente adictiva la propuesta, porque aun cuando creemos que es el final,
siempre se escapa una punta, queda “un cabo suelto”, que puede dar pie a otra
temporada. El espectador queda expectante, esperando al proveedor de la próxima
dosis de emoción.
Pero mas allá de esto hay un mensaje político: no existe la
justicia, estamos solos ante la maldad, no hay estado, los justicieros no
pueden concluir su obra y la duda sobre si hay
se impone. ¡Estamos solos frente al mal, si el mal o el bien existen,
nadie puede salvarnos! Tampoco busquemos la salvación en “el mas allá”, porque “dios
ha muerto” o se ha vuelto impotente.
Es justamente el opuesto menaje cultural al que vertía Hollywood
hasta los años sesenta del siglo XX donde, ingenuamente tal vez, la justicia
era posible y se premiaba el bien. Era un mensaje socialmente constructivo
donde la maldad era una anormalidad controlable. Predominaba la máxima política
de educar al pueblo en la fidelidad a los valores comunes de equidad y de
justicia, pese al calvinismo subyacente en sus improntas morales
individualistas, la justicia siempre debía triunfar para no inculcar un mensaje
derrotista porque, sostenían, solo habrá justicia si se cree en ella. Por eso
las conductas humanas se reafirman sobre certezas teológicas que tienden a
imponerse mas alla de la existencia cotidiana. Ese era el papel de la
religiosidad en la sociedad hasta que la muerte y la vida se banalizaran. El
objetivo existencial de los personajes, el pueblo llano, es trabajar para poder
consumir lo que se les propone como signo de éxito y de reconocimiento social.
Somos lo que tenemos para mostrar. Y el resorte que mueve la sociedad es la emulación
y la envidia.
Entretener, distraer, o mejor, “tener entre”, es decir en
cualquier caso salirse de si mismo, podría decirse “ausentarse del yo”. También,
debido al superrealismo que genera el manejo de las tecnologías, desde la
primitiva foto en movimiento, al 3D de hoy, la idea es abarcar los sentidos
engañando al cerebro al reconstruir nuestras percepciones. La
perfección se logra emular el estado de sueño cargando la imitación de
la realidad con afectividad. Tal vez por eso los creativos de algunas
productoras hacen referencia a los sueños en sus nominaciones. Llevar al estado
de ensoñación emotiva puede ser el objetivo de estos “entretenimientos” que nos
tienen atendiendo contrapuestas emociones ante el entorno. Lo que nuestra
impotente vida cotidiana nos impide realizar en actos o en emociones, lo concretamos
en sueños. Matar al jefe, al gerente del banco acreedor, al juez que te
desahucia, al burócrata que te basurera, mas cerca, descuartizar a esa mujer
que te esclaviza con su sutil lazo que te trajo esos hijos malqueridos, etc, en
fin, tener poder en medio de la impotencia general.
Cuando se dice que estas infinitas series son adictivas, es
cierto, sino no se prolongarían en decenas de capítulos y de esperadas
temporadas. Escapar de las rutinas para sumergirnos en el esperado capítulo de
la serie, nuestra ansiada libertad está ahí. Es que recrean los buenos sueños
que al darnos placer queremos volver a tener la próxima vez que pongamos la
cabeza en la almohada. Huir de la pesadilla de la vigilia para entrar en el mundo
autorrealizado de los sueños. ¿No es esto lo que buscan desde hace milenios los
fumadores de opio?
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*Pedro Calderón de la Barca, siglo XVII, volver a las fuentes
de inspiración de lo mejor de nuestra civilización para escapar de la pesadilla
de la posmodernidad.
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