Podemos emplear la palabra “empatía” para nombrar a la fuerza
que conecta afectivamente a los hombres entre sí y a ellos con el entorno
natural. Esta fuerza va a determinar su actitud y relaciones con el entorno.
Esas relaciones adquirieron un sentido mágico al ser consideradas dominadas por
relaciones de dependencia incontrolable, el tiempo, el clima, los demás seres
vivos, las fuerzas telúricas puestas de
manifiesto en temblores de tierra, volcanes, eclipses, tormentas, etc. Todos
esos fenómenos generaron asombro, temor y respeto a todos los seres vivos y en
particular al hombre que trato de comprenderlos, explicarlos y de dominarlos.
Si esos hechos obedecían a alguna voluntad exterior había que lograr con
ofrendas y sacrificios ganársela para protección de la comunidad. Esta actitud
fue nominada como “animismo” por quienes rendían cultos antropomórficos
sublimados en el monoteísmo de origen semítico. Pero, aquel temor “animista”
tenía implícito un sentimiento de empatía con lo que podemos denominar” naturaleza”,
tierra madre y sol creador de vida.
La actitud de San Francisco es otra:
«Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores
y hierba»
¿Cuándo se rompe la empatía del hombre con la naturaleza? Esta civilización es fruto de esa
interpretación generadora de esa ruptura creciente entre los hombres entre sì y
su entorno. Se puede sintetizar en lo
que es la interpretación semítica del universo, las religiones semíticas tienen
su origen en los pueblos pastores de la desertificada península arábiga, hace unos
6000 años, que fue conquistando, en el transcurso de los siglos, a diversos
pueblos que la fueron adaptando a sus intereses. Por orden de llegada las podemos
sintetizar en tres :judaísmo, islamismo, cristianismo. Las cuales en fueron
dando sus diversas variaciones según los momentos históricos y la naturaleza de
los pueblos que las hicieron propicias a la constitución de sus respectivas
identidades.
Lo sustancial es la relación que estas interpretaciones hacen
del papel del hombre y sus relaciones con el entorno natural y humano. Y estas
están implícitas en los mitos-relatos-
fundamentales. Para nosotros la Biblia en su “primer testamento”. Que en
sentido literal quiere decir, primer contrato, alianza o voluntad. El que esa
alianza, contrato o voluntad fuera entre un dios creador y los hombres da la
singularidad al mito. Y empecemos a analizarlo.
Ese dios que hace testamento con los hombres ya no es un ser
natural, es una representación antropocéntrica tribal. Y desde el relato de la
creación, en el Génesis, o sea el principio u origen, nos dice, que luego de
crear el mundo, los seres vivos, la tierra y los cielos, creó en el último día,
el séptimo, al hombre. Y no le dio cualquier forma, “creó al hombre a su imagen
y semejanza, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. (Gen.1) Pero a
continuación les dio un mandato imperativo: “Sed prolíferos y multiplicaos,
poblad la tierra y sometedla”. Ordena someter y utilizar en beneficio propio
todos los seres del mundo por èl creado.
Esta cosmovisión depredadora impregna todas nuestras
relaciones con el entorno físico y humano. A poco de andar el relato nos lo
aclara. Según el mismo la pareja fundadora de la estirpe humana, Adán y Eva,
advinieron al mundo en una región que por sus bondades fue denominada “el
Paraíso”, y que estaba ubicada en las ricas llanuras regadas por dos ríos, el
Tigris y el Éufrates, en la denominada Mesopotamia-tierra entre ríos- que acunó
durante milenos las más grandes civilizaciones de la antigüedad, o sea de hace
unos 8000 años. Pero como este es un
relato de un pueblo marginal, para él la historia comienza con ellos mismos,
pero eso es un detalle de naturaleza antropológica.
Siguiendo con el relato-mito- de esa pareja fundadora surge la
familia humana. A poco de andar fueron echados del Paraíso por haber
desobedecido el mandato divino, que no fue el de reproducirse , puesto que
estaban mandatados para ello, fue por poner en duda la autoridad del dios al
comer del “fruto prohibido” que pendía de un árbol del jardín del Edén, simbolizado
en el manzano, pero que para muchos
teólogos era el árbol de la sabiduría que tiende a poner en cuestión la
autoridad divina. Así que la pareja tuvo exiliarse y criar su prole fuera del
paraíso. Sus primeros hijos fueron Abel, que se dedicó al pastoreo y Caín que
se volvió agricultor dando origen a ls dos ramas fundamentales de la
humanidad. Ambos hermanos ofrecían sus ofrendas
al creador, pero sucedió un día en que, al llevar los frutos de su trabajo,
Abel llevó lo mejor de sus becerros, y Caín los mejores frutos de la tierra que
cultivaba. Pero parece que Yahvé no era vegetariano y despreció los frutos que
le ofrecía Caín y agradeció los de Abel, generando una enojosa situación entre
ambos hermanos que se disputaban el favor del “padre creador”. El relato nos
dice que Caín envidió el favoritismo divino con su hermano Abel y luego de las
ceremonias de ofrendas, lo llevó, mediante engaño, a un descampado y lo
asesinó. Queda pues narrado el mito que separa las dos estirpes humanas, los agricultores
creadores de civilizaciones y los pastores trashumantes. Lo interesante es que
el relato invierte la relación histórica. El agresor es el agricultor, Caín y
la víctima es el pastor Abel, que errará por el mundo cargando la injusticia,
que su padre creador tratará de enmendar con la promesa de darles la tierra de
los agricultores, o sea de la descendencia de Caín que será siempre “maldita”
por su crimen. Su dios los incita al despojo de la tierra de sus vecinos.
Pero históricamente el desarrollo de los acontecimientos fue
el inverso. Los pueblos de llanura, los agricultores generaron sociedades
diversificadas, ciudades con sus oficios, estados y ejércitos. Con sus graneros
de reservas de alimentos, sus ganados racionados, sus recursos de aguas y
bosques abundantes serán la envidia de los hijos de Abel. Los pueblos de montaña o de tierras pobres
eran los pastores, que rivalizaban con los agricultores por los recursos
tierras y aguas. Para los agricultores los ganados de los pastores eran una
plaga que estragaba sus sementeras y vaciaba sus aguadas. Esa fue una disputa milenaria a partir del
surgimiento de la agricultura hace unos diez mil años. Los pastores deambulaban por las peores
tierras con sus ganados siguiendo el movimiento estacional de las pasturas y de
los recursos hídricos, rechazados por los agricultores que se habían hecho
poderosos en recursos y en número en las mejores tierras. La inversión de
los hechos históricos justifica “agredir al
agresor” sin culpa. Así pues, este dios de pastores les promete a los sucesores
de Abel la tierra de los agricultores, pero tendrán que permanecer unidos y
obedientes a sus conductores, a los que trasmiten la palabra del dios, los
profetas, o sea sus intérpretes.
Esta religión tribal no habría llegado a mayores si no se
hubiera convertido en religión de estado de una poderosa civilización agrícola
cosmopolita como la romana. El relato hebrero es introducido en el mundo romano
porque el mismo estaba fundado en el politeísmo latino que
era de por si tolerante con las diversas naciones bajo su dominio. Lo único que
pedían los romanos era el reconocimiento del poder de Roma y el pago del tributo
a su emperador.
Por ello no había conflictos religiosos en el Imperio una vez
acatado el principio de autoridad, en Palestina como en el resto de las
provincias o dominios, los pueblos seguían sus costumbres ancestrales y se
reconocían sus autoridades locales.
La expansión, o derrame, del judaísmo en el seno de la
población grecolatina fue, tal vez, producto de un accidente histórico, de una
disputa fundamental en la interpretación de las relaciones entre los hombres y
su dios en el seno de la comunidad judía en contacto con el entorno no judío
impuesto por la situación colonial.
Esa disputa se origina por la prédica entre los no judíos del
judaísmo por parte de un rabino llamado Jesús. La originalidad de esta prédica
es que es para todos, es unificadora, en un momento en que imperaba el latín y
el griego como lenguas francas, Jesús logra captar a los “no judíos” o
gentiles, a su mensaje, que no es ya dirigido a “un pueblo elegido” para la
conquista de las tierras de los vecinos, es un mensaje que pretende ser
ecuménico, o sea comprensivo a la diversidad cultural de ese mundo. Por eso es
un mensaje personal que se desprende de la prédica tribal del judaísmo. Y ahí
se crea el conflicto entre Jesús y la autoridad político-sacerdotal, el Sanedrín,
que finalmente decide condenarlo y para ello utiliza a las autoridades romanas
para que realicen algo que tienen expresamente prohibido, aplicar la pena
capital. La autoridad romana temerosa de que esta disputa entre judíos
terminara en una rebelión en la colonia, decide conceder al Sanedrín el juicio
público de Jesús, Pero, pronto se da cuenta Pilatos de que no está en juego el
poder de Roma en esa prédica del judío disidente. Jesús no cuestiona la
autoridad romana, le dice a sus discípulos, “dad al Cesar lo que es del Cesar”,
o sea pagar tributo y obedecer a la autoridad.
Y cuando dice a sus Jueces, “mi reino no es de este mundo”, tranquiliza
a los romanos de que el problema no es con ellos. Por lo que Pilatos “se lava
las manos” y le hace el gusto a los judíos de sustituir en la pena de muerte a
Jesús por el reo Barrabás aclamado por la turba organizada por el Sanedrín. De
resultas de esto, viene la persecución religiosa en Palestina de los discípulos
de Jesús, los cuales emigrarán a Roma y a Grecia para no correr la suerte de su
maestro. Pero como el mensaje del maestro no era tribal, era un mensaje
ecuménico trasmitido por gentiles entre gentiles, este fue creciendo en adeptos
dentro del Imperio durante tres siglos, hasta que se convirtió en la religión
oficial en el 313DC. Terminando de ser impuesta a todos “a la brava”, como
luego se haría en América, como religión de los invasores.
El judaísmo llevado fuera de Palestina por los discípulos de
Jesús se presenta como mensaje ecuménico- universal- depurado de los rigores de
la ortodoxia rabinítica. Se elimina el ritual de la circuncisión y se
simplifican los rituales haciéndolos más accesibles a los nuevos adeptos que no
son una tribu sometida, son ciudadanos de un Imperio próspero y dominante. Por
lo tanto, todo el mensaje es de “amor y paz”. Eso le asegura su rápida
expansión dentro de las clases bajas del imperio, primero, para luego ir
ascendiendo en la escala social hasta convertirse en religión imperial. Luego,
como religión de estado, se impondrá al resto de los pobladores mediante la
fuerza.
En América se dan los mismos procesos. Llega como religión de
estado de los conquistadores, se impone por la fuerza, pero, también, mediante
la prédica misionera de las órdenes religiosas.” A dios rogando y con el mazo
dando”. Pero serán las órdenes religiosas las que darán el éxito a la conquista
espiritual de los pobladores de América rehaciendo el camino misional de los discípulos
de Jesús. Estos misioneros pudieron recuperar para su posteridad gran parte de
la cultura prexistente, incorporar las técnicas europeas a los usos y la vida
de los indianos y organizar lo que sería la “ciudad indiana” llevada con
singular éxito por dos siglos por los Jesuitas en Sudamérica. La clave de su
éxito fue su mensaje inclusivo, su capacidad de aprender de la cultura local,
idioma y tradiciones adaptables al nuevo planteo cristiano de vida.
Estas misiones serán destruidas en los años previos a la
caída del Imperio español por los borbones que introducen en América el
denominado “despotismo ilustrado” destruyendo el carácter autonómico de las comunidades,
fomentando el poder de los puertos y sus clases exportadoras que al fin del
siglo XVIII y comienzos del XIX ya estarán conspirando con las potencias
rivales de España para imponer la “división internacional del trabajo” como proveedores
de alimentos o de materias primas. Esto significaba un reordenamiento de la economía,
la destrucción de los mercados internos y la extroversión de los intereses
generales de acuerdo a las demandas internacionales. Todo este proceso pudo
llevarse adelante gracias al cambio ideológico de las clases portuarias criollas,
su captación por el movimiento denominado “ilustración “del cual devendrá en el
siglo XIX el liberalismo como doctrina de la indefección nacional para los
pueblos latinos. La metrópoli misma, España, será invadida y colonizada por
esta ideología tanto como América. Los criollos de los puertos fueron seducidos
por los nuevos usos y costumbres irradiados desde Francia e Inglaterra, junto
con sus ofertas comerciales venían sus prejuicios raciales, sus sentimientos de
superioridad étnica que llevaron a los comportamientos genocidas de las clases
criollas en sus guerras de conquista hacia el interior. En el siglo XIX se
realiza la segunda conquista llevada adelante por los puertos tierra adentro
mediante la fuerza del aluvión inmigratorio. La economía se vuelve tributaria
del mercado internacional y todo lo que le opusiera debió ser arrasado. Se impone por lo tanto el racismo, el
concepto de “blanco” excluyente del indio y del mestizo. Se cierran las clases.
Así lo definió Mariano Moreno, primer secretario de la Junta Porteña, en 1810,
cuando define quienes son admitidos en el cabildo abierto: “Varones, blancos,
propietarios y de levita” Esto define a la pequeña burguesía mercantil del
puerto. Pequeña en número, puesto que unos pocos centenares de hombres llenaban
esas condiciones en medio de miles de habitantes. Un nuevo concepto de “pueblo
elegido” había llegado. Aunque en su seno coexistían también los inmigrantes
que se creían, por religión, los verdaderos elegidos para medrar en la nueva
realidad americana. El comercio inglés estaba controlado por judíos y
calvinistas que introdujeron los mismos prejuicios étnicos en el seno de la
clase que pasó a autonombrarse como “criolla”, por el afrancesamiento cultural,
“creole” eran los franceses nacidos fuera de Francia, en Haití, de ahí el
término, pero esos criollos así auto descriptos, no hacían más que ponerse el
sello de su condición de inferioridad respecto a los nuevos europeos que los
rodeaban. Ese concepto de criollos los hacía superiores a los mestizos, negros
e indios y aún sobre los “viejos americanos de origen español”. La moda era no
ser peninsular. Por ello Sarmiento propondría la expedita sustitución de lo hispánico
por lo anglosajón, incluso el idioma castellano debía ser mutado por el inglés.
El pensamiento de la clase porteña lo sintetiza Sarmiento en su carta a B.Mitre
del 20/09/1861, en plena guerra civil y que será la tónica de los
enfrentamientos entre las clases portuarias y el interior hasta nuestros días.
El pensamiento exterminador del viejo testamento en casa.
No
trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma
criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos”.
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