El liberalismo que conocemos es un producto de importación,
asociado al mercantilismo industrial decimonónico. Se impone a los cañonazos
por todo el mundo en nombre del “libre
comercio”, desde Sudamérica a la India y China. Libre mercado de mercancías, personas o el
trafico de opio Mas importante arma de conquista que los cañones fueron la
seducción ideológica mediante la propaganda liberal. Los ingleses fueron
capaces de vestir sus intereses con la seductora ideología liberal que
santificaba la unión de los asociados comerciales. Importante papel propagandístico
y organizativo tuvieron las logias masónicas que terminaron organizando
políticamente a los contrabandistas para la toma del poder en los puertos y
la consiguiente destrucción del imperio
español.
El liberalismo fue la ideología de los mercaderes, les dio coherencia
y capacidad de acción política hasta nuestros días.
El siglo XIX esta signado por la guerra civil entre liberales
y conservadores. La estigmatización semántica obstruye un poco la
interpretación de los factores en juego.
Los liberales accionan con todo el arsenal ideológico que
viste a los intereses mercantiles internacionales, son sus agentes y socios
comerciales locales, los que prosperan con la actividad portuaria introductora
y extractiva. El intercambio fomenta el desarrollo de las clases dedicadas a la
explotación extensiva, de bajo costo, de semovientes, cueros, lanas o
minerales, según el caso. Son por lo tanto enemigos de la industrialización
local.
Pero en el continente
se había desarrollado, desde los tiempos fundacionales, las bases del proceso
industrial. España exportó todo lo que la civilización europea del siglo XVI
podía ofrecer. Y era en la península donde las mejores tecnologías estaban
radicadas gracias a los ocho siglos de convivencia con los árabes.
Molinos de viento, de agua, batanes mecánicos para la
fabricación de fieltros de lana, tecnologías de siembra y riego, conservación
de alimentos, etc. Tecnologías metalúrgicas y mineras pronto permitieron
satisfacer gran parte de las necesidades de los colonos aislados por las
distancias y los avatares de un mar infestado de piratas.
Fue la decadencia borbónica la que abrió las puertas al contrabando ingles y luego intereses y
propaganda unidos implotarían al
imperio.
En las prolongadas guerras civiles de la independencia la
lucha entre libre importadores e industrialistas es la esencia de los partidos
en pugna. El partido liberal llamó en su
auxilio a los poderes extranjeros desde la primera década del siglo XIX. Es
más, el golpe de estado del 25 de mayo
de 1810 fue orquestado por las logias mercantiles con el respaldo de la
marinería inglesa fondeada en el puerto de Buenos Aires Y en esas logias de mayo, los comerciantes
ingleses tenían su asiento privilegiado, su abogado, Mariano Moreno se
constituye en secretario de la primera junta. Elabora dos documentos fundamentales,
“La representación de los Hacendados” y el “Plan de Operaciones”. El primero es
el sempiterno manifiesto de las clases terratenientes ligadas al mercado
internacional hasta nuestros días. El
segundo es todo un programa de acción para el logro de la independencia de
España. El plan, que tiene partes explícitamente públicas y otras de índole
secreta o confidencial, es el típico plan de los logistas para el accionar político
encubierto de sublevación del territorio y eliminación de los enemigos al mejor
estilo jacobino. Tengamos en cuenta de que aún estaban muy vivos los efectos propagandísticos
de la revolución francesa, pese a que al momento de esta acción ya Napoleón
estaba en el poder y había unificado
Europa contra Inglaterra. Y es en el entorno de las guerras napoleónicas que
Inglaterra se dedica a fortalecer sus lazos con las elites mercantiles y
organizarlas para la formación de repúblicas independientes de España luego de concluir con el “problema Napoleón”
en Europa. Es por eso que la guerra se
continúa en forma de guerra civil entre facciones locales, con los liberales
apuntalados militar y financieramente por las potencias mercantiles, Inglaterra
y Francia. Aunque la disputa termina consolidando el imperio británico a partir
del reinado de Victoria en 1830.
El liberalismo es pues la ideología de los mercaderes, se
visualiza como una lucha entre puerto e interior, entre Buenos Aires y las
provincias, entre Montevideo y la campaña.
La propaganda liberal le dio diversas consignas o disfraces
con las que disimular su colonialismo. Fueron luchas entre “godos y criollos”, “europeos
y americanos”, “liberales y conservadores”, en donde la propaganda uso del
recurso de estigmatizar los términos para neutralizar sus efectos en un caso
allanar la penetración en las conciencias, en otros. Así pues los voceros del
colonialismo mercantil engolan la voz cuando
pronuncian la palabra libertad y todos sus derivados posibles. Aquel
lema que el joven escribiente liberal, secretario de Artigas, el cura
Monterroso, puso a su nombre, “con libertad no ofendo ni temo”, prueba como la semántica
liberal permeaba los bandos en pugna, puesto que Artigas fue vencido por el
partido unitario rioplatense, o sea liberal, con el necesario apoyo mercenario
del Imperio del Brasil, agente americano de Inglaterra.
Desde fines del siglo XVIII, más precisamente por efectos de
la revolución francesa de 1789, se ha confundido asonadas con revoluciones y lo
mismo ha sucedido siglo tras siglo. En los comienzos del siglo XX sería la
revolución bolchevique la que encendería los ánimos de las clases medias
portuarias conformadas por últimas olas inmigratorias, al igual que aquellas
que iluminaron el siglo anterior. Luego
otras escaramuzas menores, como la revuelta
estudiantil francesa de 1968, encausaría descontentos locales urbanos.
Pero, ambas revueltas, la francesa de 1789, como el “mayo francés”, fueron
alzamientos provocados por agentes británicos para desestabilizar a sus
enemigos. La primera para devolver el golpe dado por Francia y España con su apoyo
a los independentistas angloamericanos, sin la cual
no hubiera sido posible. Los reyes de Francia perderían sus cabezas, los
de España sus dominios…. El otro alzamiento, el
estudiantil de 1968, fue organizado para destituir a De Gaulle y
bloquear su política europea independiente de los designios anglosajones.
Pero, como siempre, a las colonias no llegan mas que los ecos
y las propagandas distorsionadas por la distancia y los intereses coloniales en
pugna.
Podríamos decir que la revolución francesa concluye con
Napoleón el cual termina ejecutando a los agentes de la masonería británica y
organizando la francesa. Y la revolución bolchevique, inoculada por Guillermo
II en el fragor de la primera guerra mundial para socavar el frente ruso,
concluye en Stalin, el cual realiza la gran purga de bolcheviques y de
liberales, restituye del poder del estado y la unidad rusa sin los Romanoff.
Así pues, confundir política
con propaganda, nos ha distraído de los objetivos de organización nacional
continental. Veinte republiquetas portuarias, o lo que se puede definir de
acuerdo a antiguos modelos, factorías coloniales, han provocado la agonía de
los pueblos en el continente mas rico del planeta.
Desarmar las resistencias, fortalecer a los agentes locales,
tal es el papel de las propagandas liberales desde hace dos siglos.
Mercachifles y agentes políticos que reclutan clientes y ligan intereses personales
con los imperiales. Propaganda sembrada largamente, desde el último cuarto del
siglo XVIII, por periodistas, académicos y contrabandistas. Luego del periodismo
fueron las universidades las formadoras de las clases dirigentes de las repúblicas
liberales, los “doctores” y sus mercenarios ahogarán en sangre a los “caudillos”
voceros de los intereses populares estigmatizados ”bárbaros”. Los partidos pierden sentido político, devienen
en simples facciones corporativas en disputa por las achuras que deja el saqueo
colonial.
El liberalismo es la ideología de la indefección nacional, como
un troyano, distorsiona objetivos y fines haciendo inviable el desarrollo
nacional. Dejarnos indefensos como sociedad, retrasados tecnológicamente y
sometidos económicamente a los avatares externos. Sociedades enfermas, anémicas,
que ahogan en la miseria a multitudes en medio de la abundancia de alimentos.
El liberalismo priva a
las sociedades de sus mecanismos de
defensa natural, de sus herramientas de desarrollo y de capacidad de voluntad
política propia. Tal vez, como el SIDA, no tenga remedio, solo paliativos, la
reducción de sus miembros a la mínima expresión, pero siempre estará allí el
germen troyano de la disolución en
forma de escapismo individualista.
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