Al final de los sesenta el Uruguay sufría enormes presiones
externas que no lograban imponer las políticas económicas imperiales. Y no era
por ser este un país con capacidad de desafiar a los imperios. Éramos
diferentes gracias a nuestro diseño institucional, desde la constitución de
1952 teníamos un poder ejecutivo colegiado bipartidista de nueve miembros, seis
por el partido más votado y tres por el segundo. Además, como los dos partidos mayoritarios,
estaban integrados por fracciones, luego se llenaban los cargos de acuerdo a
los respectivos aportes electorales. Esto hacía difícil los acuerdos en que
hubiera asuntos trascendentes para los destinos nacionales, tal como los
acuerdos con organismos internacionales.
Era imposible es secretismo y todo tema grave
debía ser discutido, como eran los acuerdos con los organismos internacionales
como el FMI, o resoluciones que comprometieran como un todo la posición
internacional del país ante OEA o N.U.
Los voceros internos de intereses foráneos pugnaban por “un ejecutivo
unipersonal, fuerte, que fuera expedito en las resoluciones”. Lo que no se
decía que en un pequeño país “un gobierno fuerte” no era más que una satrapía
juguete de poderosas fuerzas externas. Y ese ejecutivo compartido era lo que
desesperaba al imperio, hasta era imposible cambiar un gobierno mediante golpes
de estado, nunca se podría acordar violar la constitución en un ejecutivo
plural y bipartidista. Tampoco se podían encontrar militares con mando para
golpes de estado, el ejército estaba dividido en armas, regiones y múltiples mandos.
Para concretar un golpe de estado había que hacer una asamblea de generales y
el secretismo necesario para una felonía de ese tamaño era imposible. La
embajada norteamericana, usina de todos los golpes de estado de nuestra
América, no podían lograr unificar tantas voluntades. Lo que si pudieron fue
unificar campañas mediáticas captando al empresariado de los medios y con ello
organizar campañas de opinión pública que posibilitaron el retorno al
presidencialismo unipersonal.
Y eso lo lograron mediante la reforma constitucional de 1966,
cuyo uno de sus redactores principales fue J.M.Sanguinetti, entre otros que ya
no sobreviven. Por esta reforma se logra no solo concentrar el poder en el
ejecutivo unipersonal dándole más facultades y limitando el parlamentarismo
recortando las facultades del legislativo. Y eso se hizo incorporando
institutos como Leyes de Urgente Consideración de aprobación perentoria que
permitieron legislar con los pies, dejando correr el tiempo.
Pero entre otras modificaciones que introduce la reforma es
el voto obligatorio, llevar a votar a los desinformados, a los indiferentes, en fin, a aquellos que
pueden ser manipulados por las campañas mediáticas. Y por último, introducir
paulatinas modificaciones a los institutos de referéndum y plebiscitos,
recursos que permitían al pueblo enmendar los errores de los gobernantes
proclives a ceder ante presiones corporativas o extranjeras.
Para lograr la perdición del pueblo uruguayo en un tiempo en que la región sufría la ocupación
militar a cargo de sus propios ejércitos en abierta rebeldía a las voluntades
de los pueblos. Golpe militar con
bombardeo de Buenos Aires en 1955. Golpe contra Getulio Vargas en 1954, la inestabilidad estaba en nuestras fronteras.
La reforma de 1966 fue la antesala del golpismo, un gobierno fuerte en lo interior pero pusilánime en lo externo, es
una satrapía, que tendría un mandato de cinco
años en vez de cuatro anteriores. La constitución pronto quedó chica, se
gobernó bajo régimen de excepción, bajo
medidas de seguridad cuatro de los cinco años siguientes, y para 1973
estábamos a tono con los vecinos, integrábamos el concierto gorila de la
región.
Para convencer a la gente de las ventajas del cambio se les
puso la gran zanahoria: las corrompidas “Cajas de Jubilaciones”, vaciadas por
el clientelismo partidario, iban a ser convertidas en una nueva y ágil
institución, el BPS, en la cual los pasivos tendrían voz y voto… se llevó a la
gente a votar pero la voluntad de los
votantes solo se concretaría diez y nueve años después, en 1985, cuando la
mayoría de aquellos jubilados ya estaban
en el campo santo….
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