Nada tiene que ser como parece a simple vista, o eso tan vapuleado como “el sentido común”,
sentido que consideran los necios como fuente de sabiduría. Juguemos un poco
con la imaginación.
Los hechos: desde hace un año hay una epidemia de algo que parece, sintomáticamente, una gripe,
que afecta sistemáticamente al dos por
ciento de la gente. Se trasmite por el aire y
fluidos corporales. Es mortal para el uno y medio a dos por ciento de
los afectados. Los casos mortales suelen ser
personas con morbilidades previas, ancianos, miembros del sistema
sanitario estresados y expuestos sistemáticamente al virus. Embarazadas, obesos,
diabéticos y personas inmunodeprimida o radiadas.
En Europa, un continente envejecido fue especialmente activo
entre los ancianos recluidos y amontonados en casas de salud. Así estaba el
panorama al principio.
Alguien, o ella misma, puso en boca de Cristin Lagarde, jefa
del FMI durante más de una década, previa a la pandemia una curiosa frase, en
2019, que fue desmentida, pero que tal
vez sirvió para que abandonara el cargo tiempo después: “Los ancianos viven
demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo,
¡y ya!”.
Vieja bruja con capacidades parasicológicas o veleidades de
pitonisa, resulta que el Covi19, cumple
a cabal medida con su cometido de bajar los costos de la seguridad social allá,donde
existan.
Luego vinieron las medidas
políticas preventivas de confinamiento y control masivo de las
poblaciones, imposición de estados de sitio, medidas punitivas a los
infractores que circularan por los espacios públicos sin papeleta justificativa,
como en el Gueto de Varsovia, o la
franja de Gaza sitiada por Israel. Así la economía
de los países fue congelada, aquellos que integraban la formalidad, en Europa,
fueron socorridos con subsidios de subsistencia para obligarlos a “quedarse en
casa”, los países menos avisados , con informalidades extendidas, evasiones
fiscales masivas, frágiles , dejaron a la gente a su suerte, al sálvese quien
pueda, como en Uruguay, siguiendo el mandato liberal, subsidiaron a los
empresarios y limosnearon a los “pichis”.
La pandemia ha servido para gobernar sin control civil, el “quédate
en casa”, rajá para Netflix, mirá la tele, socializa en las redes, trabaja en
las redes, consulta al médico en las redes, llaga antes a la morgue que al
quirófano… porque todo está bloqueado para atender a los potenciales huéspedes
del Covicho. Como en siglos anteriores, los que tengan un castillo alejado,
bien aprovisionado, para esconderse y esperar que pase, pero ahora vivimos en sociedades
multitudinarias, y el “quédate en casa “ no es para todos.
La economía mundial se frisó, pero hubo, como en todas las
epidemias, sectores que prosperaron. En anteriores siglos los sepultureros, los
carreteros que cargaban los cadáveres,
los curas que consolaban familiares, los vendedores de pócimas y ungüentos curativos, etc. Hoy prosperaron,
duplicando sus ingresos, los dueños de las redes, los fabricantes de equipos
informáticos y celulares, los fabricantes de aplicaciones y, los reyes del
juego,¡los salvadores! Los laboratorios fabricantes de vacunas! Los
laboratorios fueron tierra en disputa por de los gobiernos de las grandes
potencias hegemónicas, se garantizaron las primicias y las mayores cantidades
de ellas para sus poblaciones, sometiendo a los rivales al chantaje y a la
rapiña de vacunas por parte de los laboratorios en su venta al mejor postor.
Así pues dejaron a Europa en la indefección, reservando las primeras y mayores
partidas para los anglosajones. Israel y el Reino Unido y sus consanguíneos,
han tenido prioridad. Para lo último han quedado Francia y España. En fin
parece que “esta gripeciña” se las trae.
Tres décadas de liberalismo han reducido el papel de los
estados en la vida de las sociedades, aún en Europa, si comparamos con el
período anterior a la Tatcher. En américa latina el liberalismo hizo estragos
en las economías, redujo salud , educación, ciencia y seguridad social a su
mínima expresión allí donde la había. Países especiales en la región Argentina y Uruguay, con sistemas recuperados en la década
kisnerista y la frentista. Pero
aún en estos países, el liberalismo impuso en las mentes de las clases medias y altas el sálvese quien pueda, no les pidan
nada ni en tiempo ni en dinero. Fomentan la desobediencia civil tanto los
derechistas de Madrid como los de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, o los
muchachos alegres de la costa Montevideana.En Brasil el gobierno considera que
perder un dos por ciento de viejos, pobres y enfermos, vale la pena.
Ahora bien, una duda, algo que desde el comienzo me ha
inquietado de esta peste. Durante las grandes epidemias que azotaron en los
siglos anteriores a Europa- porque es lo
que conocemos- la peste se expandía por ciudades y pueblos, entonces los ricos
se iban a sus castillos de montaña y se aislaban. Aislar a los infestados es la
mas inmediata y racional medida, así como cuarentenar a los barcos. En las megalópolis industriales el aislamiento
se vuelve masivo, no se puede ir a ningún lado, los habitáculos son el
lugar. Pero eso requiere que sigan alimentándose
aún sin poder ir a trabajar, encerrarse y recurrir a las tecnologías que nos
permiten conectarnos remotamente. Luego de décadas fomentando la informalidad y
la segmentación del trabajo, el amparo de los estados queda limitado a la
economía formal. ¿Cómo aislar, o lograr que lo hagan, aquellos que tienen en la
calle su fuente de recursos y hasta su hogar?
Pero no todo puede funcionar de esa forma, los aviones no
despegan, los bares y hoteles están cerrados, la circulación prohibida, solo es
posible atender la supervivencia alimenticia manteniendo activa la producción
de alimentos, subsidiando al consumidor
confinado. De lo contrario el hambre hará mas daño que la epidemia. Y eso se ve
en el “primer mundo”, pero no aquí, que exportamos alimentos, a la oligarquía
agroexportadora hasta le conviene la retracción del poder de compra interno
porque le genera mas excedentes exportables, aumentan sus créditos bancarios
sin ocasión para dilapidarlos en viajes
por el cierre de fronteras…en fin, ahorran a lo grande.
El mundo se ha divido entre los que minimizan al virus y los que lo maximizan. Todo control social es
visto por los liberales como un atentado a sus libertades de circulación, de reunión y en definitiva, de gastar su dinero en actividades sociales. Por eso la resistencia a las medidas sanitarias vienen de los estratos medios y altos, de aquellos que son realmente mas libres que el resto.
El problema no es ese dos por ciento de víctimas del covicho,
es que hacer con el cuarenta por ciento de la humanidad que está marginada de
esta globalización viertual que cierra puertas, hace desaparecer los medios de
cambio mediante inaccesibles medios tecnológicos, que concentran la economía
formal. ¿A qué se dedican los excluidos? Se dedican a desafiar al sistema, mano
de otra esclava, traficantes, sicariatos,
tribalización de las economías paralelas, etc. Todo este sistema, donde
viene prosperando ha llevado a la corrupción de los estados, a su real desbarajuste, a simples guardianes
de los expoliadores del continente. ¿Podrán en este entorno los incluidos en el
sistema disfrutar de sus bienes y de sus
preciadas libertades? Los mas ricos contratando guardias y los más pobres
armándose con lo que puedan. La guerra social, ya lo vemos en Colombia y en
Méjico, es guerra civil despolitizada. El covicho termina el trabajo de la predica
anti política liberal, es el verdugo
invisible que viene a culminar la tarea.
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