La trayectoria histórica de este país, o territorio desgajado
de la argentinidad por Inglaterra hace casi dos siglos, nos hizo una especie de
Gibraltar bastardo del sur de América. Luego de un siclo de setenta y cuatro
años, entre 1830 y 1904, el ciclo de “la tierra purpúrea”, surge el “Uruguay”
que conocemos, el del centenario, con su Palacio Salvo, Artigas cabalgando en
el centro del espacio que fuera asiento de la Ciudadela, el Palacio Legislativo
digno de albergar a un parlamento latinoamericano, los premios hípicos del Ramírez,
brillantes Carnavales y laicas “semanas santas” o de la “Vuelta ciclista del
Uruguay”, etc. Ese Uruguay que dio vida a tres generaciones de felices mortales
en aquello que llegó a llamarse “la Suiza de América”, donde todo tenía su
medio punto. Aquellos escasos dos millones y medio que en 1950 poblaban lo que
fuera parte de “la Banda Oriental”, no
conocían los excesos y se olvidaron de los tiempos violentos, un pueblo
pacífico y desarmado, aunque bien cuidado por un desproporcionado ejército
desplegado en el territorio, en cuarteles que sitiaban todos los puntos de
salida de la capital y las ciudades del interior. Un soldado cada mil habitantes
y un general cada cien soldados… Un ejército que quedó congelado en su avance
militar en 1904, tanto que dejaron un importante cuartel y destacamento
cuidando a los Saravia en Santa Clara de Olimar, por si se levantaba el
fantasma del jinete de poncho blanco hasta el día de hoy.
Luego comenzó el lento desmantelamiento de esa arcadia batllista,
que realmente era el país cuya consigna sintetiza los consejos del Viejo
Vizcacha,”hacete amigo del juez, no le des de que quejarse pues es bueno tener
palenque donde ir a rascarse”. Tarea a cargo
de la segunda generación, muestra sobreviviente Sanguinetti, guardián de la muerte de un país, como el perro de la Víctor fiel a “his master voice”, desempolvó la “tierra
purpúrea”, en su versión para chicos, de “la batalla de Argelia”. Así pues
lograron que el Uruguay se volviera miserable y violento, expulsara medio millón de jóvenes. Nos redujeron,
mediante recetas económicas tóxicas, al punto de que en el resto siglo XX no crecimos más de un cincuenta por ciento,
envejecidos, mientras que la población de nuestros vecinos se duplicaba o
triplicaba, en fin, crearon un desierto en medio de un mundo que se
multiplicaba.
Se pude ver este contraste recorriendo la ruta 30, frontera
con el Brasil, aproximo a Artigas, tierra poblada, fraccionada del lado
brasilero, desierto verde hasta el horizonte del lado uruguayo…
Pero no solo nos redujeron a la mínima expresión de una
factoría exportadora de productos primarios, carne, lana, ahora madera o pasta
de celulosa, caballos de carrera y algunas futilidades más, con un estado
aplastado por las
exacciones de la oligarquía, comisionista del saqueo colonial y sus fuerzas militares,
justificado por la guarda de un territorio frontera de algo que no es nuestro,
de un enclave al servicio geopolítico, de los herederos de” Inglalaperra”.
Pero los uruguayos padecen amnesia, no han terminado de salir
de la dársena portuaria, son eternos migrantes, viven la inmediatez de un
presente atemporal, los mas despiertos se preparan para ser “ciudadanos
globales”, los que van quedando como material desechable, fuera de un puerto
sin changadores, de un mundo automatizado, les queda un destino de carne de
cuartel o de calabozo… como los hijos de Martín Fierro.
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