“Hay cambios que no se pueden hacer en democracia”, escribía
el periodista Mariano Grondona en la revista Visión, Chile 1973, después del
11/09/Chileno, aplaudiendo el advenimiento de Pinochet. Es cierto, no se pueden
hacer cambios que vayan en desmedro de la
vida de las mayorías conservando los buenos modales democráticos. No se
puede, como lo hicieron en América Latina, cerrar fábricas, secar campos,
asesinar gente, llenar las cárceles de desesperados, en fin empobrecer a las
multitudes para enriquecer a una
minoría. Y eso es mas grave, aún, cuando se afecta la economía de aquellos que
conocieron la ocupación plena, una vida decorosa, en fin los que se creían que
pertenecían a un gran país industrial como la Unión norteamericana.
Y los norteamericanos trabajadores de la industria, mejor
dicho, ex trabajadores de los estados del noroeste, del cinturón
de la quebrada ciudad de Chicago, otrora emporio industrial metalúrgico y
frigorífico, terminaran votando contra el sistema que los despojó.
La guerra económica mundial librada en nombre del librecomercio
desde la década de los 70”, tiempos de Reagan, Tacher y >Pinochet, para
nombrar solo a estos trillizos a los que cantaba loas el citado periodista,
afectaron también al pueblo trabajador norteamericano, crisis tras crisis,
terminando en la del 2008, cuando el pueblo puso sus ojos en lo que creyó la
opción salvadora, un negro en la Casa Blanca, Obama. Tal vez la última carta
del sistema para manipular, calmando, a las mayorías. Pero ni este “milagro” de
un mestizo a la cabeza de un pueblo educado en el calvinismo racista, que como
decía Benjamín Francklin, su pater fundacional, “los sajones eran la crema
y nata de la raza blanca”, por lo que no
entraban en este selecto pedegre ni los alemanes, ni los holandeses,mucho menos
los pueblos del Mediterráneo, los latinos, solo los auténticos hijos de “Inglalaperra”.
Que los politólogos, encuestólogos, sociólogos, periodistas y
toda clase de técnicos en la manipulación de los pueblos, con todos los medios
en su poder para imponerse, sean hoy los desconcertados, los que quedan en
blanco, no es de extrañar, puesto que nunca van a poder dominar las pulsiones
íntimas de la gente al momento de definir un voto, actitud que los creativos
publicitarios no diferencias de un desodorante.
La democracia liberal yanqui ha generado 2.500.000 de presos,
mayoritariamente negros, inmigrantes latinos, pobres de solemnidad,
convirtiéndolos en esclavos
“productivos” en cárceles, seguro que cada uno debe de tener un círculo de tres
a cinco personas que fueron defraudadas por Obama. Si a esto le agregamos que
en los últimos tiempos se desató una ola de asesinatos raciales provocados por
las policías racistas… que tal vez veían en cada negro un Obama a quien
asesinar. También pudieron ser, como se dice ahora, todos aquellos obreros
industriales desocupados u obligados a una jubilación temprana por la quiebra
de la industria, cuyos capitales emigraron a fabricar en China lo que se hacía
en el país. Y para los cuales Clinton ofrecía el consuelo de que podían ahora
comprar “mas barato” lo mismo que ellos hacían cuando eran trabajadores…
Los motivos íntimos nunca se sabrán al detalle, pero lo
cierto es que Wall Street perdió. Perdió la industria militar, sus compañías de
ejércitos mercenarios que se desparraman por el planeta generando conflictos
que les justifiquen y les permitan utilizar y destruir el material bélico que fabrican, eso sí, en el país. En
fin, sin guerra no hay trabajo.
El imperio entró en la fase mercenaria. La industria de
guerra provee equipos y mano de obra, local e internacional, que ha permitido
cambiar a un ejército republicano, compuesto por ciudadanos, a uno formado por
autómatas y mercenarios… toda una revolución tecnológica y civilizatoria, que
aleja a los civiles del frente de guerra. Solo falta derogar la V enmienda para
desarmarlos y colonizarlos.
En tiempos de crisis es muy fácil ser arreado como ganado con
gritos y aspavientos, hacia falsas salidas que terminan en el matadero, como el
racismo, xenofóbia que culpa al inmigrante de la desocupación propia, a las
mujeres por competir con menos salarios, en fin, todo lo que una aquellos
afectados por un mal cuyo origen no logran comprender, que se les presenta como
omnipotente, para el cual parece no haber remedio. Ya probaron todo, hasta un
africano, pero nada resultó, por lo cual si aparece un exitoso hombre de
negocios, que no hizo carrera política ni ha hecho de eso su fortuna personal,
como los Clinton, y les habla en sus propio lenguaje, sin libretos, con la
crudeza de un hombre común que dice en un boliche entre amigos lo que piensa
libremente, que es el escándalo de los hipócritas de la clase política, que lo
acusan de grosero, bruto o políticamente incorrecto, que le declaran la guerra
mediática, entonces sucede lo que dijo
el candidato la noche anterior a su
triunfo: “va a ser una situación interesante”.
Es cierto que un imperio no
lo hace un hombre, aunque como Presidente tiene más poder simbólico y
real que el Rey de Inglaterra, pero ya no dependen las cosas de un hombre.
Los hombres de Wall Street tiemblan, las bolsas se derrumban,
las corridas contra los bonos del tesoro se incrementan… en fin, vislumbran un
horizonte de desacato universal.
Las grandes cadenas mediaticas, los multimedios y sus ecos ,
las redes sociales se sacuden… los diarios
lo tratan de “populista”, lo ponen junto a Chávez en la galería de sus
enemigos mas temidos, incluso algunos se acuerdan de Hitler cuando escuchan sus
consignas xenofóbicas, en fin, creen que este “loco” ha alucinado a las
multitudes con promesas de obras públicas, de trabajo de dignidad nacional, en
fin, toda una pesadilla en ciernes.
También impresiona el
terror que Trump inspira en las oligarquías exportadoras latinoamericanas, a
los fieles cipayos del liberalismo, artífices de la colonización y la miseria
del continente, los que apuestan a los
TLC, no coinciden con el candidato ganador, pero, como el perro de la Víctor, están
atentos a la bocina, a “la voz del
maestro” y esperan acomodar el cuerpo a
lo que salga de la “victrola”. Carentes de pensamiento propio son sensibles al
pánico generado por los medios hegemónicos.
Nosotros los sureños y sus vecinos, “tan lejos de Dios y tan
cerca de Estados Unidos”, no tenemos expectativas ni de paz ni de prosperidad
con ninguno de los candidatos de la oferta electoral. La política exterior de
la Unión traspasa los partidos, su vocación imperial es único nexo que los
convoca a la unidad nacional. Necesitan los recursos del planeta entero para
sustentar sus niveles de consumo a los que el parasitismo universal los ha
acostumbrado. Y a su sur está lo que
B.Francklin definió como su “espacio vital”, sus reservas de futuro que no piensan
compartir con terceros países, ni con los pueblos mestizos del sur.
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