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LA REDOTA





Había miles de libros descartados –la inmortalidad del scaner– esperando su ejecución en la hoguera. Juancito hurgaba entre los montones de papeles a la espera del camión municipal. Le llamo la atención un grueso cuaderno, de delicado papel, pero escrito a mano y con el intrigante título, “LA REDOTA”. La palabra le sonó a derrota. Juan empezó a hojearlo y ojearlo: “Debe de ser algo muy antiguo, escrito en el idioma de remotos españoles” pensó. “Tal vez tenga siglos, por la forma en que está escrito y la tinta azul”. Miró a su alrededor. Estaba solo. Guardó, entonces, el cuaderno entre sus ropas. Era la hora del fin de jornada.

Esa noche comenzó a leer lo que parecía ser la continuación de una historia:





“Aquella gran crisis, como la llamaban los abuelos, de año 2002, no la vivió, él nació un año después. Pero ya había terminado la secundaria cuando sucedió lo que se llamó “la derrota”. Eso dejó pequeña a todas las crisis, guerras civiles y ocupaciones militares de los tiempos remotos. Lo cambió todo.

Por razones de “seguridad”, también de economía, se impusieron masivamente los pagos electrónicos, tanto entre personas como entre empresas y países. Todo el flujo económico mundial, desde el más pequeño cheque de cien dólares, pasaba por los controles de flujo de N.York. Esto ya se había vuelto habitual luego de la Segunda Guerra Mundial, pero la revolución informática de fines del siglo XX hizo posible el control total del sistema de pagos. El mundo creyó, durante medio siglo, que el bloqueo a Cuba, era una torpe medida pasajera. Siempre hubo un punto del planeta que lo hizo ineficaz. Fuera por la “guerra fría”, sea por el ascenso económico de Venezuela y de Brasil, cuyas economías comenzaban a desafiar el poder de la unión del norte, a la larga iba a ser superado.

Lo que nadie vio, en medio de este proceso, fue el cambio de la matriz cultural que se venía imponiendo silenciosamente pero a la velocidad de la luz.

Durante miles de años el hombre manejó sus herramientas culturales en forma directa. Si tenía que guardar información, trasmitir conocimientos, la escritura fue la gran revolución que permitió superar la era de los poetas y de los grafólogos. Pero tenían algo en común esos soportes culturales: eran sobre soportes físicos, piedra, papel, madera, y el dominio de la técnica era relativamente sencillo, pero principalmente, descentralizado. Cada pueblo tenía su idioma, sus técnicas de escritura que a lo largo del tiempo, confluyeron en el sistema alfabético, simplificándola. Fenómeno tan revolucionario como el concepto de cero para las matemáticas.

En menos de medio siglo, a partir del último cuarto del siglo XX, los soportes físicos de la cultura se hicieron electrónicos. Y a los antiguos artesanos del papel, de las tintas y de los grafos, les sucedieron la industria de la informática y sus escuadrones de técnicos.

Para cada acto humano, administrativo o creativo, de cálculo o de planificación, requirieron de los correspondientes programas y equipos físicos que los corrieran. La velocidad creativa de esta industria, la volvió auxiliar e intermediaria de todas las actividades humanas. Hasta la educación, es decir, la trasmisión del saber humano, pasó a ser configurada por y para el afianzamiento del sistema.

Los denominados “medios”, formas de comunicación audiovisual, terminaron desdibujando la antigua frontera entre lo real y lo virtual. Es más fácil encontrar las fallas en aquellos antiguos juegos de dibujos aparentemente idénticos, que escondían una decena de diferencias. Así como haber nacido entre sabores sintéticos, edulcorantes y saborizantes, convierten en natural a nuestros sentidos, a trasvés de esos hábitos sensoriales, los medios editan, recrean, forman y transforman los datos de la realidad social , sumergiéndonos en un mundo virtual.



Este fue el gran aporte a la cultura realizado por la industria informática, o mejor dicho, la civilización digital. Desde los procesos industriales a los comerciales y financieros. Todos los flujos del intercambio humano, llámense medios de pago entre individuos o agrupaciones e incluso países, descansa en las redes de infraestructura electrónica cuya expresión mundial es la red de redes.

Los imperios, o dominios extensos, logrados en cada una de las épocas por diferentes pueblos o naciones, tuvieron su origen en alguna “diferencia comparativa”, que les dio la supremacía militar y con ello su capacidad de hacer masiva su presencia en un espacio geográfico determinado por las técnicas de comunicación y transporte, desarrolladas.

Y, tarde o temprano iba a pasar. “El que avisa no traiciona”, dice el viejo refrán. La red de redes nació como un instrumento militar del ejército de la nación del norte. Pero el nuevo Gengis Kan se llamó Bill Gates…Al principio se vendieron muchas generaciones de máquinas y de programas de las más variadas utilidades, invadiendo cada una de las actividades humanas; desde la escuela a la universidad, de la agricultura a la industria, de los bancos comerciales a …los Bancos Centrales y los ministerios de economía de todos los países…

El siguiente paso fue la centralización de los programas y las memorias en un solo lugar del planeta. ¿Cuál? Cualquiera se puede imaginar que no muy lejos de donde se encuentra el nudo financiero mundial. Todas las máquinas, para funcionar, debían estar en red; sus programas ya no requerían su actualización, sino la dependencia total de la red para operar y toda la información circulante fijando una copia en la gran memoria central del sistema.

Solo queda una pregunta para hacerse: ¿ Hay capacidad humana para tal control total? Seguro que no, pero al desarrollo de la inteligencia sintética de la vieja ingeniería del cuarzo, le sucedió la era de la inteligencia supra orgánica. Es decir a la supercomputadora de silicio, la remplazó con ventajas, la computadora orgánica compatible con los cerebros humanos directamente conectados a la misma. De esta manera un conjunto selecto de poderosos individuos se volvieron omnisapientes. Algo que la imaginación de los antiguos llamó “dios”. Una conciencia planetaria pero no universal…como Javhé un dios tribal.

Al fantasma del Islam, el mítico Bin Laden, con que comenzara el siglo XXI, le sucedió el terrorismo informático; las legiones de hackers, las infidencias programadas de Asange, en fin, todo lo que llevó a aquella ley del Congreso que habilitaba al Presidente, ¿cuál? ¡el del mundo por supuesto! a bloquear la red de redes de cualquier país o grupo de países, que se presumiera fuera atentar contra la seguridad del estado. ¿Cual estado? El único desde el meridiano de Hawái hacia el este…Porque el mundo se partió en dos el día en que Japón se unió a la Federación Asiática de Naciones, conformada por China, India, Corea, Vietnam y otros estados menores.

Y, como consecuencia de ello, el mundo se partió en tres bloques, a saber: la Confederación Rusa se integró al Mercado Común Europeo, con su eje, Berlín- Moscú.

Estados Unidos con sus islas británicas, como portaviones frente a una Europa que unía al Atlántico con el mar de Bering. Asia unida tras el Himalaya y la larga frontera terrestre chino- rusa.

Y, como no podía dejar de pasar, ya se había dicho hace dos siglos, “América para los americanos”, si pero los yanquis. Y a propósito: yanqui fue lo que entendieron los indios aliados de los franceses en sus guerras por Luisiana, en el siglo XVIII. Anglé, anglé, decían los franceses a sus aliados indios, y de ahí quedó el apodo ya asumido por los descendientes de aquellos colonos de N. York, que eran aún políticamente ingleses.

En este marco de rompimiento de la globalización angloparlante, quedamos atrapados, o “atrapallados”, en ese excluyente americanismo sajón. Se terminaron todos los coqueteos tercermundistas con que comenzara el siglo XXI. Tres mundos habría si, pero no podríamos elegir el nuestro. De esta forma, un buen día el Congreso norteamericano resolvió el bloqueo informático total, a la Federación Asiática y a la nueva Europa Unida.

Para ese momento el grueso del comercio latinoamericano se desarrollaba con los bloqueados bloques… todos los conatos de independencia comercial, base de la independencia política de los americanos del sur se desparramaron como castillo de naipes. Ninguna exportación pudo ser cobrada. Los sistemas informáticos se cayeron. Las economías colapsaron, las fábricas cerraron, los granjeros quemaban las cosechas, el hambre cundía por las ciudades y la guerra social devino en guerra civil, hasta que los partidarios de la Unión de los americanos triunfaron en cada uno de los estados al sur del Río Bravo.



Los precios de nuestros productos se derrumbaron al quedar a merced del único ofertante: EEUU. Por suerte, al fin, ingresamos al ALCA y la faltriquera del Tío Sam se abrió generosa para cubrir los faltantes de caja de todo el continente…”



Dejó Juan el cuaderno en el escritorio. Muchas palabras de aquel castellano arcaico se le escapaban. Hoy los “downs” hablan spanglish, los “aceptados” como él, hablan inglés. Y decidió ingresar a la red en busca de trabajo para el día siguiente. Encendió el equipo. Como siempre, éste pidió que mirara la cámara unos instantes a la vez de que ponía su palma derecha en la pantalla-scaner. Pasaron cuatro eternos segundos. Juan sabía que nunca demoraba tanto el sistema en autorizarle la entrada. Algo andaba mal. El sistema por fin respondió. Debía presentarse mañana a primera hora, a las 7AM, en la oficina de estado civil.

A continuación decidió pedir al centro comercial próximo una cena. Elije el comercio y el menú, hace el pedido, y cuando pone la contraseña para el pago automático…¡bloqueado! Contraseña suspendida, dice el sistema.

Como temprano se levanta aquel que sin cenar se acuesta, Juan enderezó sus pasos hacia el centro. Cuando fue a pasar la tarjeta magnética en el bus, éste la rechazó por falta de fondos. ¡Tendría que caminar cuatro quilómetros! Porque ya nadie maneja desde hace años, más que la tarjeta de pagos continental. Los antiguos papeles y monedas él los conoció en las recorridas escolares por los museos. Ya no existían las fronteras monetarias, ni robos de dinero, que ocasionaban tantas muertes. Juan caminaba preocupado y temeroso rumbo al centro, no era bueno andar con la documentación bloqueada. Suerte que, estamos en verano, hace rato que el sol pica fuerte. Va por la vieja Bill Gates Av., la guardia civil lo mira atento, es raro ver gente a pie a esta hora. Al llegar a en el cruce con Disney Av. una revisión:

-Tarjeta de identificación, por favor, pide el agente. Le pasa el scaner. ¡A ver la mano! Juan pone la mano en la pantalla luminosa. – Acompáñenos, tiene Usted un citatorio pendiente.

Juan ya se puso nervioso, el aventón policial no era lo que buscaba. Sin mediar palabra se introduce en el vehículo y parten hacia el centro.

Al llegar a la “Central”, esa sí, sigue estando donde estaba la antigua plaza principal de Montevideo, hoy John Pemberton.*

No habrían pasado ocho o diez minutos, cuando se abre la puerta y un funcionario de traje negro, pronuncia su código: AZC594321- Presente. – Pase, manda el funcionario.

1 Aquí tenemos un problema, rompe el fuego el funcionario:

2 Usted ha infligido las normas de convivencia y civilidad que la nueva Constitución Federal para el Estado Oriental establecen. En primer lugar ha hurtado documentos no autorizados, que en este momento se están buscando en su domicilio y de cuya existencia ha de dar explicaciones a la autoridad competente.

3 No pretenda mentirnos, hemos leído, lo que Usted ha leído, a través del examen de iris remoto al que el sistema lo sometió anoche.

4 Una sola pregunta y que sea la verdad, nada más que la verdad, antes de que lo pasemos al centro de diagnóstico mental: ¿Quién le facilitó ese material?

-¿Qué material? Yo no robé ningún material. Estaba limpiando un depósito de libros, es mi trabajo como funcionario municipal, y me llamó la atención un grueso cuaderno, nunca había visto algo escrito a mano y quise saber de que se trataba. Como iba a ser quemado lo llevé para mi casa.

Suena el móvil del funcionario. –Sí ya está aquí. -¿Y, el material, está todo? -Afirmativo, responden del otro lado.

-Bien, AZC594321, se habrá dado cuenta de que tiene suspendidos todos sus haberes. Si esto no se aclara en unas horas, ya no tendrá domicilio propio. Se le implantará un anillo magnético y pasará a los campos de trabajo de Libertad. Sólo saldrá para realizar obras públicas, salvo que se enrole en la Guardia Nacional. Pero, se verá. Todo depende de los técnicos que lo examinen.,

Ya Juan sentía una fuerte opresión en el pecho. Su estado desgraciado pareció conmover al funcionario.

-No se deprima, dijo con paternal sonrisa, tome esto y se sentirá mejor. Y le puso en sus manos una pastilla junto a un vaso de espumosa y helada Coca Cola…



La ambulancia se detiene en la Centro de Sanidad mental y diagnóstico de conciencia. El chofer y el acompañante descienden, abren la puerta posterior y bajan la camilla; los camilleros de puerta se llevan rápidamente al paciente. Suben la rampa, se corren las puertas eléctricas y se pierden por un largo corredor. Al arribar, el funcionario pasa el lector por la pulsera:

Ciudadano categoría crow, AZC594321, alias Juan, de profesión, peón multifuncional asignado a biblioteca municipal. Edad 20 años. Diagnóstico: infidelidad intelectual peligrosa.

Sistema propone someterlo al tratamiento de revisión de memoria y borrado de todo lo ocurrido en las últimas 30 horas.

Remítase al crow, clasificado como mano de obra no calificada, a los campos de reeducación productiva de la Guardia Nacional.

*John Pemberton, legendario inventor de la universal Coke.

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