“Inglaterra abrió un campo neutralizado en la boca del Río de la Plata, para desarticular la Cuenca y evitar su control por ningún centro de poder latinoamericano en el Hemisferio Sur, capaz de resistir y autodesarrollarse. El Uruguay aseguraba el desmembramiento de la zona óptima de América del Sur. Como reaseguro, las Malvinas custodiaban discretamente; no olvidemos que es la operación complementaria que sigue a poco la independencia del Uruguay. Esta fue factible mientras hubo un excedente suficiente como para conformar o subsidiar a la mayoría, sin afectar las bases del sistema que determinaba el control de la producción por la oligarquía terrateniente y comercial, ligada a la exportación. Seguridad social, salarios, un cierto proteccionismo a la industria liviana incipiente, educación universal, laica y gratuita, estatismo: así, el Uruguay inauguró el Welfare State en América Latina. Singular Welfare State sin industria, con pies de barro, pasto y pezuñas. ¿Ha conocido nuestro país un ascetismo creador? ¿Tenemos reservas de ejemplaridad? Pareciera que no. Se ha dicho respecto de nosotros que en el principio fueron las vacas”: antes estuvo la abundancia, luego vino el hombre. Hernandarias fue ya el introductor de nuestra cibernética natural, la ganadería, en circunstancias absolutamente excepcionales en la historia universal. No tengo noticia de vaquería semejante. …Por eso el Uruguay como problema problematiza a toda la Cuenca del Plata. En efecto, el Estado Tapón era como el arco de bóveda que sostenía los compartimentos estancos rioplatenses, era la clave de la balcanización, su punto de equilibrio. Pero si el Estado Tapón se destapa, todo el equilibrio se rompe y todas las aguas se confunden. Pues el Uruguay es también el talón de Aquiles de la balcanización en el Hemisferio Sur latinoamericano. La inserción del Uruguay en la Cuenca, por las buenas o por las malas, por decisión propia o desorden interno, será el punto de fusión de las historias argentina, paraguaya, brasileña, boliviana, etc. Será luego el fin de todos los compartimentos estancos, de los grandes lagos interiores en un torrente común… “Así comenzaba la síntesis de su planteo, “Uruguay como problema”, el Prof. Alberto Methol Ferre, comentando su libro, escrito ya hace cuarenta infames años.
Dicen los matemáticos que un problema bien planteado es un problema medio resuelto, porque en general tendemos a perdernos en falsas opciones y razonamientos falaces. Methol conocedor de nuestra historia rioplatense lo planteó claramente en momentos en que el Uruguay “batllista” comenzaba a desintegrarse en 1970.
En 1950 Uruguay ya había colmado la ecuación de un habitante cada cuatro novillos, considerados el límite de la coexistencia pacífica entre la oligarquía ganadera y la población del país. A partir de este punto comienza a hablarse de crisis, de reducción salarial, de desmantelamiento industrial, y por supuesto, de “seguridad nacional”, porque la oligarquía vacuna no tardará en embanderarse con las consignas de la “guerra fría”, a los sones de la hegemonía político-militar norteamericana. A partir de ese momento el Uruguay es un problema sin solución, si para los patricios de fines del siglo XIX éramos “una estancia cuyo directorio está en Londres”, medio siglo después nuestro directorio no estaba en ninguna parte, se había disuelto, y el nuevo regente mundial no tenía ni idea de que hacer con nosotros, salvo cuidarnos de que no cayéramos en manos del “comunismo”. Y, consignas mediante, se trabó una desconcertante alianza entre la oligarquía agropecuaria y Tio Sam, que lejos de ser nuestro cliente era nuestro competidor internacional mas fiero, que solo podía hacer compras políticamente condicionadas. Alianza discursiva que puso en evidencia la incapacidad de la cornudocracia para hacerse cargo hasta de sus propios intereses.
Los ajustes económicos al achique nos llevaron a expulsar el veinte por ciento de la población, a disminuir las dietas cárnicas para exportar mas por menos. Bordaberry y sus mercenarios darían el tiro de gracia, aplicando el “fusil sanitario” a los uruguayos que resistieran ser hambreados… Y “el proceso”, no resolvió “el Uruguay como problema”. Simplemente postergó su solución cuarenta años mediante violencias y engaños.
Ahora, recuperada la conciencia nacional, con un Federal Americano al frente del Ejecutivo, comenzamos a replantearnos el sentido de nuestra existencia, en los justos términos que lo planteara la clara mente del “Tucho” Methol.
Pero el camino se presenta lleno de trampas abiertas a nuestros pies en nuestro atropellado y ansioso deseo de recuperar tiempos perdidos.
Nuestro desarrollo tiene disyuntivas: Desarrollo complementario, integrador, que sirva a los vecinos de la región y nos permita andar juntos por el camino de la prosperidad y la grandeza colectiva.
O, el desarrollo estrafalario, rupturista con la región: convertirnos en mala frontera de Asia con Brasil, una especie de Gibraltar del sur, otorgando patentes de corso, industrial o comercial, a diestra y siniestra en zonas francas, creando un ámbito de extraterritoriedad entre nuestros vecinos.
La frontera entre los dos modelos, teóricamente fáciles de discernir, se esfuma ante nuestra ansiedad por salir del pozo de medio siglo de atraso. Es entonces que debemos ser cuidadosos al elegir socios, inversores y proyectos que sirvan a la integración del Uruguay. Todo aquello que colisione con nuestros objetivos como Americanos del Sur ha de ser evitado. Nuestros recursos naturales han de servir al desarrollo regional, a nuestro crecimiento tecnológico, no a meras extracciones de materiales en bruto, a granel, cargando nosotros con los costos de las infraestructuras necesarias para la exportación, sean vias férreas o puertos… no podemos fundar nuestra prosperidad en la ruina de nuestros vecinos, porque, acabada la factoría extractiva, solo quedará una miserable multitud de huérfanos de patria.
Mario de Souza
Dicen los matemáticos que un problema bien planteado es un problema medio resuelto, porque en general tendemos a perdernos en falsas opciones y razonamientos falaces. Methol conocedor de nuestra historia rioplatense lo planteó claramente en momentos en que el Uruguay “batllista” comenzaba a desintegrarse en 1970.
En 1950 Uruguay ya había colmado la ecuación de un habitante cada cuatro novillos, considerados el límite de la coexistencia pacífica entre la oligarquía ganadera y la población del país. A partir de este punto comienza a hablarse de crisis, de reducción salarial, de desmantelamiento industrial, y por supuesto, de “seguridad nacional”, porque la oligarquía vacuna no tardará en embanderarse con las consignas de la “guerra fría”, a los sones de la hegemonía político-militar norteamericana. A partir de ese momento el Uruguay es un problema sin solución, si para los patricios de fines del siglo XIX éramos “una estancia cuyo directorio está en Londres”, medio siglo después nuestro directorio no estaba en ninguna parte, se había disuelto, y el nuevo regente mundial no tenía ni idea de que hacer con nosotros, salvo cuidarnos de que no cayéramos en manos del “comunismo”. Y, consignas mediante, se trabó una desconcertante alianza entre la oligarquía agropecuaria y Tio Sam, que lejos de ser nuestro cliente era nuestro competidor internacional mas fiero, que solo podía hacer compras políticamente condicionadas. Alianza discursiva que puso en evidencia la incapacidad de la cornudocracia para hacerse cargo hasta de sus propios intereses.
Los ajustes económicos al achique nos llevaron a expulsar el veinte por ciento de la población, a disminuir las dietas cárnicas para exportar mas por menos. Bordaberry y sus mercenarios darían el tiro de gracia, aplicando el “fusil sanitario” a los uruguayos que resistieran ser hambreados… Y “el proceso”, no resolvió “el Uruguay como problema”. Simplemente postergó su solución cuarenta años mediante violencias y engaños.
Ahora, recuperada la conciencia nacional, con un Federal Americano al frente del Ejecutivo, comenzamos a replantearnos el sentido de nuestra existencia, en los justos términos que lo planteara la clara mente del “Tucho” Methol.
Pero el camino se presenta lleno de trampas abiertas a nuestros pies en nuestro atropellado y ansioso deseo de recuperar tiempos perdidos.
Nuestro desarrollo tiene disyuntivas: Desarrollo complementario, integrador, que sirva a los vecinos de la región y nos permita andar juntos por el camino de la prosperidad y la grandeza colectiva.
O, el desarrollo estrafalario, rupturista con la región: convertirnos en mala frontera de Asia con Brasil, una especie de Gibraltar del sur, otorgando patentes de corso, industrial o comercial, a diestra y siniestra en zonas francas, creando un ámbito de extraterritoriedad entre nuestros vecinos.
La frontera entre los dos modelos, teóricamente fáciles de discernir, se esfuma ante nuestra ansiedad por salir del pozo de medio siglo de atraso. Es entonces que debemos ser cuidadosos al elegir socios, inversores y proyectos que sirvan a la integración del Uruguay. Todo aquello que colisione con nuestros objetivos como Americanos del Sur ha de ser evitado. Nuestros recursos naturales han de servir al desarrollo regional, a nuestro crecimiento tecnológico, no a meras extracciones de materiales en bruto, a granel, cargando nosotros con los costos de las infraestructuras necesarias para la exportación, sean vias férreas o puertos… no podemos fundar nuestra prosperidad en la ruina de nuestros vecinos, porque, acabada la factoría extractiva, solo quedará una miserable multitud de huérfanos de patria.
Mario de Souza
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