Como un gigante noqueado, en cada generación, América, intenta incorporarse, ponerse de pié, e intenta andar. Permanentemente amnésicos, aturdidos por la vocinglería que viene del mar. Sin comprender los eternos “Requerimientos”, a que, armas en mano, nos conminan togados y mercenarios de todos los credos. Aún no sabemos por qué somos, o si son otros los americanos. Si americanos somos por obra y gracia de un genovés aventurero llamado Alberico Vespucio que navegaba al servicio de los reyes católicos. ¿O habremos perdido el gentilicio a manos de los ingleses que pisaron el continente un siglo después de fundada la primer universidad e imprenta de Indias en lo que se dio en llamar Nueva España, o Méjico? Al gigante americano se le despierta, cada generación, alguna neurona, y una de ellas, el memorioso peruano Ricardo Palma, en el siglo XIX, pudo documentar que América viene de Americ, nombre autóctono de unos picos altos que tiene la cordillera nicaraguense. Del gran golpe sufrido p
Artículos periodisticos publicados en diario La República de Montevideo y otros medios.